La imposibilidad del amor sin condiciones, sin querellas, sin reproches, sin resentimientos, sin preguntas, sin la inevitable pulsión del yo. Un poco de consideración, un poco de respeto, una pizca de generosidad, un tiempo de silencio, un pacto de no agresión, una moratoria, a ratos cierta compasión y por qué no algunos olvidos.
Más misericordia que verdad incontestable, más obras que excelentes razones, más interés que mera curiosidad, más paciencia que irritación, más compañía que solo intensa comunión.
Información sobre la naturaleza de algunas cosas, como la reverberación del sol en el verano a la hora de la tarde, o respecto de la tristeza fundamental de las tardes de invierno en La Coruña 5044 hace cuarenta y dos años o sobre por qué uno se casa a los veinte años sin entender nada de lo que está pasando, sólo que hay que hacerlo aunque todavía no termina de cerrarse la mollera.
Respuesta a las consultas silenciosas del cuerpo que desconoce su nueva realidad, que cada vez admite menos y exige más, o a los requerimientos de la noche que no ceja en su empeño por no pasar desapercibida y que niega el absoluto imperativo del descanso o a los secretos cuestionamientos de la conciencia que se pregunta mil veces sobre la diversidad de los caminos elegidos.
Hacinar el esqueleto cada mañana para carpe diem, erguido y tenaz en comenzar los artilugios de la rutina, repasar los asuntos perentorios del trabajo y los costos sociales de ser el caballero que habla, que escribe para el agrado y el desagrado de la invisible audiencia.
Porque las responsabilidades ya no son un asunto preferente; a esta edad ya se jugaron todas las cartas, o casi todas, y no hay nada nuevo que agregar a un curriculum vitae que se quedó demodé y ya las jóvenes almas ocupan toda la plaza, alzan sus flameantes banderas y cantan sus himnos de triunfo.
Nosotros, nosotros no tenemos más que viejos estandartes, mil recuerdos de gloria, una mirada un poco cínica, un pesimismo subyacente, varios libros por leer, remordimientos que ya no se quieren reconocer, luces tenues del alma que se va apagando sin remedio.
Nunca un aire acondicionado y una llave del lavaplatos que por fin funcionen bien fueron asuntos tan importantes en la vida como en este anochecer…

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