El tío Carlos dijo, “Es una “tournée de recuerdos”. Definió así el sentido de un viaje que emprendió, ya pasados los setenta años, a la ciudad donde había nacido. Tuve el privilegio de acompañarlo. Tengo nítido en mi memoria el momento en que con lágrimas en los ojos me mostró la casa donde había vivido de niño y me dijo, “En esta vereda jugaba a la pelota con mi hermano Alberto cuando tenía seis años.”

Este fin de semana viajé a una ciudad del sur de mi país para intentar el milagro de reunir, en un concierto de visitas y conversaciones, el pasado con el presente. En cierto modo ha sido una travesía hacia el fondo de mí mismo. Alguien dijo, “Al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver.” En los últimos tres días, al menos por esta vez, pude conjurar el temor del regreso. Hay cosas que parecen no cambiar jamás. O cambian lo justo para que sigan teniendo la magia de hace diez años. Si hasta el clima parecía acompañar la memoria: ese sol espléndido, ese cielo límpido, esa brisa fresca del sur, esa luz increíble en la ladera de las colinas a toda hora.

El predio donde entré una vez a jugar a la pelota con unos amigos hace más de una década es ahora un parque municipal. Conserva sólo una parte del muro que se quedó para siempre en mi memoria; nuevos espacios y senderos se abren para otra generación de soñadores. Pero la esencia del lugar, la quebrada que separaba la canchita de las antiguas instalaciones y sobre todo la luz tibia e invisible del recuerdo, eso continúa intacto.

La feria Pinto, a pesar de la modernidad que ha transformado su fisonomía ancestral aún tiene los olores del cilantro, las cebollas, las especias y las frutas que sentí hace más de cuarenta años cuando bajé de un bus interprovincial para proseguir viaje hacia la zona rural. En el viejo terminal había un letrero que anunciaba dos inmensas posibilidades: “A Cunco por Huichahue” y “A Cunco por Freire”.

Más allá de todo, hallé a mis amigos, que siguen siendo los mismos aunque en cierto modo ya no lo son. Me invade esa sensación de que los diez años que pasaron desde nuestro último encuentro fueron apenas unos días entre aquella larga y grata conversación y ésta, que reanudamos anteayer a la mañana en la mesa de la cocina…

Deja un comentario