“Políticamente, el coaching está ubicado como una forma contemporánea de liberalismo económico y también político”.

(Gonzalo Assusa, sociólogo investigador de Conicet, citado en La Voz del Interior)

Eso no es todo. El mismo profesional agrega que el coaching estima que las desigualdades económicas no tienen que ver con el origen social sino con “situaciones de destino… el punto de partida es igual para todos… si hay ricos, quiere decir que lograron mejores resultados y por lo tanto fueron más hábiles, más ingeniosos, más creativos, etcétera, que aquellos que no lo lograron…”

Por eso se centra en la cuestión motivacional; según eso, un pobre bien motivado puede terminar siendo rico…

El artículo indica que el coaching tiene tres vertientes. La europea, no directiva, utilizada más que nada en el deporte; la sudamericana que enfatiza lo filosófico y lo lingüístico, y la estadounidense que se centra en las organizaciones, la mejora en el desempeño personal y empresarial.

Según cualquier definición encontrada en internet, el coaching es un método para entrenar  personas con el objetivo de conseguir metas o desarrollar habilidades específicas.

Desde que aprendí a observar la realidad y a ofrecer, cuando corresponda, una crítica lo más documentada posible, he visto nacer y sucumbir al tiempo técnicas y métodos orientados a ofrecer a las personas una cosa fundamental: éxito.

Meditación, análisis transaccional, filosofías orientales, mindfulness, inteligencia emocional, pensamiento positivo, estudios sobre fortalezas y debilidades, en fin.

Lo interesante de todas estas técnicas es que para poder seguirlas hay que tener resueltas algunas cuestiones existenciales básicas. Es imposible imaginar a un refugiado sirio, a una familia que vive en un vertedero de basura en Calcuta o a una recolectora de cartones de una gran ciudad sudamericana seguir alguna de estas técnicas para superar su condición de extrema vulnerabilidad.

Por eso digo que el coaching y otras técnicas similares son un universo aparte. Prosperan entre personas que ya tienen una cuota básica de bienestar – al menos en comparación con los pobres del mundo: empleo, casa, tal vez un auto o dos, tres comidas diarias, son directivos, tienen contactos y relaciones sociales productivas. Sólo necesitan… más éxito.

La vida tiene su esencia. El trabajo, la dedicación, el esfuerzo, el estudio, la honestidad moral e intelectual, la libertad de conciencia, la integridad proveen lo necesario para vivir bien.

También serviría quizá un poco más de Biblia, menos Prozac y más lectura apropiada.

Y es menos caro…

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