Fuera del muro. Más allá de las cuatro paredes. Fuera de la institución. Eso es lo que intento decir con “extramuros”.

Quiero decir que hay verdad palpable, verdad verdadera más allá de los confines de la iglesia y del texto bíblico. Porque la verdad, como sea que la definamos, es universal y la Biblia y el cristianismo son sus referentes. Sin embargo no se agota en ellos.

Con todo lo escandaloso que esto parezca a una audiencia inadvertida, igual no hay motivo para alarmarse. La Biblia misma da cuenta de este hecho y los teólogos le pusieron nombre: revelación general y revelación especial.

Es decir, el mundo y la cultura dan cuenta de la existencia de una verdad que trasciende religiones y épocas. En la creación y en los emprendimientos humanos se refleja lo mismo que la Biblia nos comunica, en un lenguaje diferente.

Si no, ¿de dónde obtendríamos las nociones de libertad, justicia, paz, amor, orden, progreso, igualdad? O, en el terreno opuesto, ¿cómo entenderíamos el odio, la guerra, la opresión, la injusticia, la ignorancia y el terror? Sólo por mencionar algunas cosas.

En su breve discurso en el Areópago de Atenas, el apóstol Pablo cita la Cretica de Epiménides (“Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos”) y la Phaenomena de Arato (“Porque linaje suyo somos”). Ambos poetas griegos no eran hermanos en Cristo, permítanme que lo diga así para el entendimiento común.

Así de simple. En la inmensa expresión del quehacer humano hay verdad universal del mismo modo que hay muchas cosas que no lo son.

La crucial implicación de esto es que hay un puente real de comunicación con aquellos que no comparten la fe de los cristianos. Y podemos acudir a sus creaciones, a sus instituciones, a su literatura, a su arte y a su música para demostrarles en su mismo terreno que Dios tiene sentido y razón.

Expresamos aquí nuestra tristeza por la mayoría de los creyentes que no pueden ver esto y se atrincheran en sus doctrinas y versículos para comunicarse, sin éxito, con un mundo ansioso de realidad.

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