“¿Cuándo voy a regresar? No importa lo que esté pasando en Chile, ni quién gobierne, ni cuál es el escándalo del momento, la pregunta sigue ahí, incrustada y persistente.” (Nosotros, los que nunca volvimos, Sebastián Edwards, Diario La Tercera, 15 de mayo de 2016).
Estoy – otra vez – de paso por Santiago, la ciudad donde nací, crecí, estudié, trabajé, formé familia, me divorcié y de la cual me fui hace ocho años. Me provoca el título del artículo que he citado: los que nunca volvimos. Estaba pensando, mientras tomo un café en el Cory de Vivo Centro, que uno nunca termina de irse pero se sabe con certeza que nunca se regresará. Tal vez sí físicamente pero ya nunca más con el alma. Las memorias y las heridas, aunque ya no duelan, han dejado su marca registrada.
En esta ciudad se murió una madrugada de mayo el tío Carlos, hasta ahora la pérdida que más he sufrido; en esta ciudad un bondadoso señor accedió a tomarse conmigo la fotografía de graduación porque ese sábado mis padres no podían faltar a su iglesia; aquí se rompió, después de diecisiete años la ilusión de la misión mundial y nos fuimos una tarde de abril como inquilinos avergonzados que no han pagado la renta; en esta ciudad perdí la poca dignidad que me quedaba y junto con ella las últimas ganas de tener más ganas. El fin, hay más, pero esto es un artículo y no una memoria, evidentemente innecesaria.
Se me ocurre ahora, a medio terminar el café, que aunque volviera aquí nunca volvería en realidad. De lo mucho que se vivió – por ende, de lo poco que queda por delante – el balance es insanablemente corto para las compensaciones. En cierto modo, ya no se tiene más un lugar en el mundo. Un territorio blando y placentero como Hapuna Beach o inclinado y salvaje como los faldeos de Trafún ya no se halla entre las probabilidades estadísticas. Tal vez porque un lugar en el mundo no sea más un objeto existencial.
“¿Cuándo vas a volver?, continúa Sebastián Edwards. Yo escucho y sonrío. Ya no trato de explicar lo que significa vivir en las antípodas, ser un exiliado voluntario, un extranjero aquí y allá, alguien que está permanentemente buscando el horizonte, buscando el otro lado, oteando la ribera del océano en que ya no se está…”

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