Espero en una consulta médica mi turno de atención. Mientras, miro a la gente, a las chicas que atienden el mostrador, los anuncios de siempre en las paredes blancas del edificio.

Un gran letrero del Ministerio de Salud muestra quince cuadros en color azul bajo el título “Exige tus derechos”. Debajo, seis cuadros sin color con el título “…y cumple tus deberes”.

Publicista como soy, exploro la intención del diseño: como lo más importante, arriba de todo y en color destacado, están tus derechos. Abajo, a la derecha, chiquititos y sin color los cuadritos con la modesta admonición “…y cumple tus deberes”, no vaya a ser que te ofendamos sugiriendo más énfasis en tus deberes que en tus derechos.

Cuando tenía trece o catorce años hubo en mi país una campaña para que obtuviéramos nuestra cédula de identidad porque, se nos recordaba “Es imprescindible tenerlo para el cumplimiento de tus obligaciones”.

En cincuenta años, las cosas están totalmente al revés. Todo cambió. Desde su infancia a chicos y chicas se les entrena a pensar que el mundo les debe todo. Que es el sistema el que tiene la obligación de asegurar su bienestar, su salud, su educación, su trabajo, su vivienda, su diversión, sus años dorados y su cristiana sepultura.

Me parece bien que el sistema público tenga preocupación por las personas vulnerables. Lo que me pregunto es por qué todo el mundo nace y vive con la idea de que su primera obligación no es proveerse una vida, sino exigir que el Estado se la provea.

 Tal vez valga la pena recordar que hace trescientos o cuatrocientos años, cuando no existía el Estado – al menos en su concepción moderna – era la iglesia cristiana la que se ocupaba de los pobres, las viudas, los enfermos, los huérfanos. Antiguos viejos tiempos…

Lo que nadie enseña a pensar es que los derechos no son provistos por un Estado magnánimo y amable. Amigas y amigos, el Estado provee derechos con la plata de todos, la que es obtenida bajo compulsión y bajo pena de castigo a través de los impuestos. Dicho en lenguaje castizo, los derechos son provistos por mi plata.

Me dirán, bueno, así es el sistema. Claro, así es. Qué va a hacer. Y la más bronca que te da es que una buena parte de la plata cobrada para velar por tus derechos se la roban los funcionarios.

Como dicen en Argentina, estamos al horno

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