“Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.” Filipenses 4:7

En varias películas vemos que tras robos o secuestros, los delincuentes pasan por muchas travesías para salirse con la suya pero al final son atrapados.

Huir pareciera ser lo más conveniente cuando uno no quiere enfrentarse a las consecuencias de sus acciones, por un tiempo esto parece funcionar, hasta que es inevitable enfrentarse a la realidad y a la falta de paz que esto trae.

Quizá sea la vergüenza lo que nos hace callar o repetir el mismo pecado que ya confesamos y prometimos ya no cometerlo, incluso el pensamiento: “para qué confesar si lo volverás a hacer” o muchas otras razones que evitan que hagamos frente a nuestra falta. Esto con el tiempo se vuelve en una carga muy pesada y difícil de llevar en especial cuando decidimos callar y no estar a cuentas con Dios.

Cualquiera que sea el motivo que nos haga huir de Dios, hoy detengámonos para recibir la misericordia y gracia de nuestro Padre amoroso. Posiblemente ante tus ojos o los ojos de los demás no merecemos el perdón ni de Dios pero ese es un concepto alejado de lo que en realidad es el perdón de Dios.

Aunque estés en lo más bajo, Él está ahí extendiéndote su mano para levantarte y perdonarte, no huyas más, porque es como si fuéramos niños huyendo de nuestro padre que quiere darnos un remedio o medicamento que nos sanará de una grave enfermedad.

“El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.” Proverbios 28:13

¡Alto! ya no sigas llevando esa carga, permite que Dios la quite de tus hombros mientras recibes un abrazo de amor y perdón.

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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