Hace un tiempo leí un relato de un matrimonio, en el que comentaban sobre cómo veía cada uno el orden. Para la esposa era importante mantener cada cosa en su lugar, para el esposo era irrelevante. Sin darse cuenta, llegó un momento en el que este aspecto influía en cómo enfrentaba cada uno su día, hasta que lo hablaron y tomaron una decisión: cambiar de perspectiva. La esposa no dejaría que el desorden que causaba su esposo la aleje de sus actividades y de aquello que era más importante, por su parte el esposo tuvo que aprender a ser más organizado.

Lo mismo suele suceder en nuestra vida, en las decisiones, actividades y responsabilidades que a diario enfrentamos, en cómo nos vemos a nosotros mismos  y a las personas que están en nuestro entorno, solemos ver sólo un lado de las cosas, creyendo que no hay más opción.

Si pudiéramos vernos a nosotros mismos a través de la mirada del Señor, ¿qué veríamos?

¿A una persona sin valor, sin cualidades, llena de defectos y que no tiene voluntad, o por el contrario, a alguien que tiene mucha valía, que aunque no sea perfecto se esfuerza por dar lo mejor de sí, y que es inmensamente amado por Dios?

“Tú creaste las delicadas partes internas de mi cuerpo y me entretejiste en el vientre de mi madre. 14 ¡Gracias por hacerme tan maravillosamente complejo! Tu fino trabajo es maravilloso, lo sé muy bien.” Salmos 139:13-14 (NTV).

Nadie mejor que Dios para mostrarnos una perspectiva diferente a la que estamos acostumbrados, pidamos a nuestro Creador que nos ayude a vernos como Él nos ve, y también que logremos ver a nuestros familiares y seres queridos a través de Su mirada.

Por Cesia Serna

 

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

Deja un comentario