El joven Samuel servía en el templo ayudando al sacerdote Elí (1 Samuel 3) y una noche mientras dormía oyó una voz que lo llamaba. Rápidamente se levantó y fue ante Elí, para saber por qué lo estaba llamando, pero el sacerdote le dijo que no lo había hecho.  Samuel nuevamente se fue a acostar y sucedió lo mismo, entonces Elí le dijo:

… Ve y acuéstate de nuevo y, si alguien vuelve a llamarte, di: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”. Así que Samuel volvió a su cama.” 1 Samuel 3:9 (NTV)

A muchos nos encanta hablar, podríamos pasarnos largas horas haciéndolo y de seguro nos quedaríamos con la sensación de que no dijimos todo lo que queríamos. Hablar no es complicado, pero saber oír es una verdadera tarea para muchos de nosotros.

Samuel estaba dispuesto a oír a Dios, imagino que tenía muchas preguntas porque era el Padre mismo a quién se estaba dirigiendo pero decidió solamente oír y obedecer.

A veces cometemos el error de solamente hablar cuando nos dirigimos a Dios, le presentamos nuestras necesidades, problemas, anhelos y sueños; hacerlo no es malo pero no podemos cerrar los oídos a su voz, pues si queremos conocer sus planes para nuestra vida es necesario estar dispuesto a oírlo.

Quizás tengas muchas cosas que decirle a Dios, pero a veces es necesario solamente callar y oír, Él conoce tus anhelos y problemas, “tú conoces todas mis acciones; aun de lejos te das cuenta de lo que pienso” Salmos 139:2 (DHH) pero quiere que estés dispuesto a escucharlo, te costará callar pero si deseas conocer su voluntad, debes “oír”.

Procura pasar  tiempo de calidad diariamente en oración, estudia la Biblia, mientras más tiempo pases en intimidad con Dios y Su Palabra, será más fácil para ti reconocer Su voz y Su guía en tu vida Mis ovejas reconocen mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen” Juan 10:27  (DHH)

Por Judith Quisbert

El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.

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