En 1829 un extraño punto legal tuvo que ser discutido en Filadelfia  cuando un hombre, llamado Jorge Wilson, sentenciado a muerte por robo del correo con asesinato, fue perdonado por el presidente Andrew Jackson. Sin embargo, por alguna extraña razón, Wilson rehusó aceptar la absolución, insistiendo que un indulto no tiene efecto si no es aceptado.

El asunto tuvo que volver al Tribunal Supremo, el cual sentenció de acuerdo con este principio: “El perdón legal depende de la persona implicada. Es difícil suponer que alguien sentenciado a muerte rehúse el indulto, pero si tal es el caso no hay perdón. Jorge Wilson debe ser ahorcado”

Y ahorcado fue, a pesar de haber sido perdonado por el Presidente.

Este ejemplo ilustra claramente la situación que vive mucha gente, que sabiendo que Dios los perdonó y que pueden ser salvos a través de la sangre de su Único Hijo, rechazan este regalo e insisten en ser condenados.

“No hay condenación para todo el que cree en él, pero todo el que no cree en él ya ha sido condenado por no haber creído en el único Hijo de Dios”. Juan 3:18  (NTV)

Lo único que debemos hacer para obtener el perdón de Dios es creer en Él y reconocer nuestra condición de pecadores. No se trata, como muchos creen, de hacer buenas obras, sino de ser lo suficientemente humildes como para reconocer nuestra situación y la necesidad que tenemos de Él.

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” Efesios 2: 8,9 (RVR 1960)

La salvación está al alcance de todos y es gratuita; sin embargo, no todos están dispuestos a aceptarla por su orgullo, porque quieren alcanzar la salvación por sus propios medios, siendo condenamos irremediablemente por su propia mano.

Sólo un necio rechazaría un perdón tan grande y se condenaría a muerte por su orgullo. No rechaces la oportunidad única de ser salvo.

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

Deja un comentario