Hace un par de semanas atrás vi a través de mi ventana a una pareja de horneros que estaban empezando a hacer su nido sobre un poste de luz. Me llamó tanto la atención el esfuerzo y la perseverancia que ambos pajaritos ponían en la construcción de su futuro hogar, que cada día me asomé a ver el avance del mismo, porque iban y volvían muchas veces a buscar barro, ramitas, pajitas, restos de hojas y no se cansaban, lo asombroso es que sólo utilizaban sus picos y patitas.

Día a día estos pajaritos me fueron enseñando el significado de trabajar esforzadamente hasta alcanzar un objetivo, porque a pesar de las inclemencias del tiempo y el ataque de otros pájaros que querían impedir que ellos construyeran su nido, ellos no se dieron por vencidos, siguieron trabajando arduamente hasta terminarlo.

En la biblia encontramos el ejemplo de dos hombres: uno prudente que edificó su casa sobre la roca. Descendió la lluvia, vinieron ríos, soplaron vientos y golpearon contra aquella casa; pero no cayó, porque estaba cimentada sobre la roca. Y otro insensato, que edificó su casa sobre la arena. Descendió la lluvia, vinieron ríos, soplaron vientos, dieron con ímpetu contra aquella casa y cayó. (Mateo 7:24-29)

¿Cuál es tu meta todos los días? ¿Qué te impulsa a levantarte cada mañana y dar lo mejor de ti? Si Dios no es el fundamento de nuestra vida de nada sirve todo lo que hagamos y consigamos porque fuimos creados para adorarle, para darle la gloria y honra sólo a Él.

Somos tan solo sombras que se mueven y todo nuestro ajetreo diario termina en la nada. Amontonamos riquezas sin saber quién las gastará. Entonces, Señor, ¿dónde pongo mi esperanza? Mi única esperanza está en ti. Salmo 39-5-7 (NTV)

Como hijos de Dios debemos esforzarnos por ser dignos representantes suyos acá en la tierra; a pesar de los problemas que enfrentemos y las veces que fallemos, debemos mantener nuestra mirada en las cosas de arriba y no en las que el mundo nos ofrece. Debemos arrepentirnos de nuestros pecados en cuanto los cometamos y pedirle al Espíritu Santo que nos ayude a ejercer dominio propio para no ceder a ninguna tentación. Debemos ser hombres y mujeres diligentes, que marquen la diferencia en el lugar donde Dios nos puso; la luz y la sal que este mundo necesita y quienes proclamen las buenas nuevas a aquellos que todavía no han conocido de su amor ni han recibido a Jesús como su Salvador.

Agradar a nuestro Padre Celestial no es un asunto de fuerza de voluntad, sino el resultado de pasar tiempo en su presencia.

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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