Una de las historias más conmovedoras de la Biblia fue la de Ana, una mujer afligida no sólo por su incapacidad de tener hijos, sino también por las constantes burlas y desprecio de Penina (la otra mujer de Elcana su esposo). Y a pesar de que Ana tenía el amor de su esposo, no le era suficiente, porque el no poder tener hijos atormentaba tanto su corazón, que ni siquiera tenía ganas de comer  y sólo  lloraraba.

Quizá Elcana no entendía la gravedad del asunto de Ana, pero al verla en ese estado, él le dijo:

“¿Por qué lloras, Ana? —Le preguntaba Elcana—. ¿Por qué no comes? ¿Por qué estás desanimada? ¿Solo por no tener hijos? Me tienes a mí, ¿acaso no es mejor que tener diez hijos?”. 1 Samuel 1:8 (NTV).

Allí estaba Ana, sumergida en aquel sufrimiento por algo que no estaba en sus manos cambiar, ni teniendo todo el amor de su esposo, podría.

Quizá hoy te encuentras en una situación similar, tal vez te has cansado de orar y orar sin ver la respuesta de Dios a tu necesidad, y conforme los días pasan el dolor te consume hasta dejarte sin esperanzas, pero no todo está perdido.

En medio de tu sufrimiento las manos amorosas de Dios tocan tu ser para preguntarte: ¿Por qué lloras? Si yo estoy aquí para cuidar de ti, no te desesperes, sólo cierra tus ojos y dime lo mucho que confías en mí a pesar de todo lo que puedas estar viviendo. Reposa en mí y deja en mis manos tus preocupaciones, no te dejes guiar por tus propios pensamientos, evita las preocupaciones y angustias, no trates de resolver todo a tu manera, porque eso es lo que más daño te hace. Sólo déjate llevar en mis brazos y déjame actuar, yo no te voy a defraudar.

Echa en mí tus angustias y yo cuidaré de ti. 1 Pedro 5:7 (Parafraseado)

El deseo de Ana por concebir un hijo en su vientre era tan profundo que no había otras palabras que de sus labios salieran.

E hizo el siguiente voto:

“Oh Señor de los Ejércitos Celestiales, si miras mi dolor y contestas mi oración y me das un hijo, entonces te lo devolveré. Él será tuyo durante toda su vida, y como señal de que fue dedicado al Señor, nunca se le cortará el cabello”. 1 Samuel 1:11 (NTV)

Después de que Ana hizo esa promesa a Dios, algo en su interior cambio. La mujer que hace un rato había entrado al templo, no era más la misma. Aquella que en su aflicción derramó lágrimas de dolor y sufrimiento, ahora había experimentado un cambio en su vida, porque un encuentro con Dios lo había transformado todo.

Dios quiere hacer lo mismo contigo, tus lágrimas no cambiarán la situación, es algo que escapa de tus manos ¿Cambiaron la situación de Ana? ¡No! Pero sí su actitud frente a esa situación.

Confía en Dios y decide entregarle cada una de tus cargas en sus manos y sentirás el alivio que tu alma necesita.

Por Ruth Mamani

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Artículo producido para Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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