Un niño pequeño, como todos los de su edad, era de los que no se cansaba de preguntar las cosas y algunas veces su padre no sabía cómo quitárselo de encima.
Un día cuando el padre se encontraba en su despacho, abrumado por el trabajo, escuchó unos golpecitos en la puerta y una pequeña voz pidiendo permiso para entrar.
– ¿Qué es lo que quieres? – preguntó el padre en un tono poco amable.
– Nada, papá- respondió el pequeño niño – ya sé que estás muy ocupado, pero he venido para hacerte compañía. ¿Me dejas sentar en aquel rincón?
Antes de que el padre pudiera hablar el niño ya se había acomodado en una silla, y allí estuvo un buen rato, contento de poder estar con su papá.
Nuestra actitud debería ser siempre como la de este pequeño niño, que aun sin necesitar nada de Dios, podamos buscarlo y estar en su presencia sin necesidad de preguntarle cosas ni pedirle nada, sólo aprendiendo más de Él, queriendo conocerlo más.
El salmista decía: “Deléitate en el Señor, y él te concederá los deseos de tu corazón” Salmos 37:4 (NTV) Porque cuando buscamos estar con Dios, Él se encarga de conceder los anhelos de nuestro corazón y nos da las mejores cosas.
A diferencia de este padre humano de la historia, el nuestro nunca nos responderá impaciente o de mala forma, sino que siempre nos espera con sus brazos abiertos. ¿Imaginas lo que siente cuando lo buscamos sólo para estar con Él y no por las cosas que pueda darnos? Pienso que su corazón debe regocijarse.
Nuestro Padre quiere una relación con nosotros que vaya más allá de las bendiciones que pueda darnos, que no sea interesada, sino que se base en amarlo por quién es Él y lo que hizo por nosotros. ¡Busquémoslo de corazón!

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Artículo producido para Radio Cristiana CVCLAVOZ.

Deja un comentario