En el libro de Jeremías encontramos el relato de cómo el reino de Judá se había alejado de Dios cayendo en la idolatría; es por ello que el profeta fue enviado por el Señor para instar a su pueblo al arrepentimiento.

Lamentablemente, el pueblo y sus líderes espirituales no quisieron escuchar el mensaje que Jeremías tenía para entregarles, se negaron a creer que Dios los castigaría. Según ellos, no estaban lejos de Él, sino al contrario, realizaban sacrificios en el templo y acudían al mismo creyendo que estaban siendo obedientes a la instrucción divina; no obstante, en sus corazones el Señor no ocupaba el primer lugar, porque de la misma forma en que ofrecían sacrificios a Dios, rendían culto a otros dioses.

Reflexionando sobre esta actitud, podemos ver que la obediencia es importante, pero carece de valor si es realizada de forma automática, es decir, cuando no hay en el corazón un verdadero deseo de agradar a Dios y de buscarlo con sinceridad, porque se incurre en religiosidad.

“Mas esto les mandé, diciendo: Escuchad mi voz, y seré a vosotros por Dios, y vosotros me seréis por pueblo; y andad en todo camino que os mande, para que os vaya bien.” Jeremías 7: 23 (RVR1960).

El Señor pide que escuchemos Su voz, es decir, que prestemos atención a las instrucciones que ha dejado a través de Su Palabra, pero no debemos hacerlo únicamente por el beneficio que podamos obtener, sino que debe ser una búsqueda sincera.

Recordemos que el Señor escudriña y prueba nuestras mentes y corazones, para darnos la recompensa que merecemos, de acuerdo a lo que encuentre en nosotros.

“Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras.” Jeremías 17:10 (RVR1960).

Por Cesia Serna

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Artículo producido para Radio Cristiana CVCLAVOZ.

Deja un comentario