Cuando se rompe la confianza, es difícil restaurarla y aunque decir la verdad suena fácil, pasar a la acción es lo que en verdad cuesta. Pablo dijo: “Así que dejen de decir mentiras. Digamos siempre la verdad a todos porque nosotros somos miembros de un mismo cuerpo.” Efesios 4:25 (NTV).

Cuenta la historia de un matrimonio que experimentó esto, y que no hubo  oportunidad para restaurar su confianza con Dios por el trágico final que tuvieron. El incidente ocurrió poco después de que la iglesia de Jerusalén saliera de la persecución que se había desatado a causa de la sanidad del cojo en el templo. En Hechos 4 podemos ver la descripción de estos sucesos, en la cual se muestra a un grupo de creyentes unidos que se amaban y se preocupaban unos por otros, donde los más prósperos vendían con gusto algunas de sus propiedades para ayudar a suplir las carencias de sus hermanos más pobres. Entre ellos se encontraba un matrimonio, que en vez de preocuparse por la necesidad  de otros como los demás lo hacían, estaban velando por sus propios intereses. Pero cuando vieron a  Bernabé dar el dinero de la venta de su terreno, sus corazones quedaron turbados, lo que los llevó a vender su herencia para dejar también su aporte, pero al momento de hacer este acto no lo dieron todo como ellos lo afirmaron.

 “―Ananías —le reclamó Pedro—, ¿cómo es posible que Satanás haya llenado tu corazón para que le mintieras al Espíritu Santo y te quedaras con parte del dinero que recibiste por el terreno? ¿Acaso no era tuyo antes de venderlo? Y una vez vendido, ¿no estaba el dinero en tu poder? ¿Cómo se te ocurrió hacer esto? ¡No has mentido a los hombres, sino a Dios! Al oír estas palabras, Ananías cayó muerto. Y un gran temor se apoderó de todos los que se enteraron de lo sucedido.” Hechos 4:3-5 (NVI).

Es triste pensar que un bien con mentiras te lleva aun mal peor. Lamentablemente ambos esposos sabían lo que escondían y a quien se enfrentaban, pero su codicia los llevó a mentir y a pagar esto con sus propias vidas. Si tan sólo hubieran dicho la verdad, la historia sería diferente.

¿Realmente vale la pena no decir la verdad?

Si una mentira lleva a otra para cubrir la anterior y finalmente uno queda atrapado en su propia red de engaños, entonces ¿Por qué hacerlo?  Aparentemente parece ser una manera conveniente para salir rápidamente de una situación comprometedora e incómoda, pero en realidad es un callejón sin salida.  Recordemos lo que dice Proverbios 19: 5 (NTV): “El testigo falso no quedará sin castigo; el mentiroso tampoco escapará.”

La próxima vez que te sientas tentado a decir una mentira por más pequeña y piadosa que esta pueda parecer ¡Piénsalo bien! Porque cuando no somos veraces, perdemos valor y credibilidad en nuestras palabras, lo cual es parte de nuestro testimonio que refleja la experiencia con Cristo a los no creyentes y principalmente porque no lo hacemos contra los demás sino contra Dios.

Por Ruth Mamani

 

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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