En la época que el rey Uzías murió, Isaías fue designado escriba del palacio real de Jerusalén, por supuesto que era una profesión respetable, pero Dios tenía otros planes para su siervo, un llamado inolvidable que marcó su vida para siempre.

En el capítulo seis del libro de Isaías encontramos cómo este siervo narra acerca del encuentro que tuvo con Dios y de cómo cambió su vida después de este acto que recibió a través de una visión.

El profeta comenta que vio a Dios sentado en un trono muy alto y serafines volaban por encima clamando a gran voz: “Santo, santo, santo es el Dios único de Israel; ¡toda la tierra está llena de su poder!” El autor menciona que mientras ellos alababan, temblaban las puertas del templo, el cual se llenó de humo. Entonces Él dijo: “¡Ahora sí voy a morir! Porque siendo yo un hombre pecador he visto al rey del universo”. Isaías 6:1-5 (parafraseado)

Isaías estaba asustado por lo que podría suceder, en un instante sus pecados habían sido descubiertos y no había nada que hacer.

Es verdad que nuestra naturaleza humana nos lleva a pecar, pero ¿Quién dijo que Dios no perdona?, ¿Acaso Dios es un tirano o un  ser humano como nosotros? Definitivamente su perdón va más allá de lo que podemos imaginar.

Continuando con la historia, el autor relata:

“En ese momento, uno de los serafines voló hacia mí. Traía en su mano unas tenazas, y en ellas llevaba una brasa que había tomado del fuego del altar. Con esa brasa me tocó los labios, y me dijo: «Esta brasa ha tocado tus labios. Con ella, Dios ha quitado tu maldad y ha perdonado tus pecados».” Isaías 6:6-7 (TLA)

Dios había confrontado a Isaías con su pecado pero no para condenarlo sino para transformarlo y usarlo con aquello que él había considerado como una debilidad, lo que en Dios sería su fortaleza para su servicio.

Tenemos a un Dios amoroso que a pesar de fallar mil veces Él nos perdona, pero lastimosamente somos nosotros quienes nuevamente traemos a nuestra mente aquellos pecados de los que ya pedimos perdón y de los que Dios no se acuerda más.

No importa los errores que hayas cometido, ya no sigas lamentándote por lo sucedido, porque cuando tú le pediste perdón a Dios, Él te perdonó sin la intención de acusarte, más al contrario, Él es tu redentor, alguien que te vuelve a comprar y que quiere hacer de ti un instrumento útil en sus manos.

Sabes, Isaías fue considerado el profeta más grande del Antiguo Testamento, el encuentro que tuvo con Dios transformó su vida. En la actualidad podemos ver las promesas que Dios nos dio a través de su siervo y la esperanza de verlo en forma activa en nuestras vidas.

Con la infinidad de pecados que hayas podido cometer, te invito a presentarte delante Dios, porque un encuentro con Él puede cambiar tu vida para siempre.

Por Ruth Mamani

 

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Artículo producido para Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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