Era una tarde bastante agradable, por lo que decidí tomar un descanso en la banca de una plaza bastante concurrida. Todos parecían estar felices de compartir con la persona con quien se encontraban, fue entonces que aproveché para tomar mi Biblia y leerla, a pesar de que no era fácil de concentrarse por la cantidad de gente que se encontraba alrededor mío, igual lo intenté.

Pero de repente sentí un silencio en todo el lugar, no pude evitar darle una mirada a mi alrededor, y efectivamente la causa se debía a un par de personas que se hallaban en completo estado de ebriedad e infundían temor a las personas a quienes se acercaban, las mismas que optaban por alejarse de ellos.

Hasta que llegaron al lugar donde yo me encontraba y antes de que yo pudiera decirles una palabra, empezaron a llorar, no entendía la razón, pero asumí que su actitud tenía que ver por la Biblia que tenía en mis manos. Uno de ellos me preguntó si había esperanza para él, realmente fue un momento bastante conmovedor al que no fui indiferente, estaba tan concentrada en la conversación que no me di cuenta cómo la gente a mi alrededor me veía, aparentemente atemorizados por el daño que podrían llegar a hacerme.

Esta escena me hizo recordar cuando Jesús y sus discípulos cenaban en la casa de Mateo, y la gente a su alrededor los miraba con desprecio porque con quienes compartía no era gente culta sino de mala fama.

Marcos 2:16-17 (TLA) Relata:

Cuando algunos maestros de la Ley, que eran fariseos, vieron a Jesús comiendo con toda esa gente, les preguntaron a los discípulos:

¿Por qué su maestro come con cobradores de impuestos y con gente de mala fama?

Jesús los oyó y les contestó:

—Los que necesitan al médico son los enfermos, no los sanos. Y yo vine a invitar a los pecadores para que regresen a Dios, no a los que se creen buenos.

Para los fariseos los publicanos eran lo peor, como alguien diría, la chusma de la sociedad, pero a Jesús no le importaba estar junto a ellos, porque realmente vio su necesidad y no su apariencia o estatus social, etc. Actitud que debemos imitar al momento de presentarles el mensaje de salvación.

Si hoy tienes la oportunidad de hablar de Jesús con alguien que quizá tiene una mala fama y a quién muchos han ignorado por vivir una vida desenfrenada, o tal vez es alguien bastante conocido, así como un personaje público; sin discriminar ni juzgar su apariencia, hazlo. Todos necesitan saber que Dios los ama y ante toda circunstancia creer que sólo en Él hay esperanza.

Ahora te pregunto: ¿Eres de los que se aleja de aquellos que tienen mala fama o de los que busca rescatarlos?


Por Ruth Mamani



El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.

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