Immanuel Kant, nacido en Alemania, fue un filósofo que provocó un verdadero terremoto en los cimientos del campo de la ética a finales del siglo XVIII.

De acuerdo con su teoría, una acción sólo puede determinarse como buena cuando es impulsada por la voluntad. Para aclarar esta idea tomemos unos ejemplos:

1º Imaginemos que una persona está atrapada dentro de una casa que arde en llamas, hago todo lo posible por salvarla pero no lo logro. La persona muere de todas formas.

2º Imaginemos ahora que hago todo lo posible por salvarla y que tengo éxito. La persona atrapada es salvada.

3º Imaginemos que yo, por un descuido al volante, estrello mi auto en la casa que se está quemando, pero logro abrir un hueco en el muro y el sujeto atrapado logra salir ileso.

Entre estas tres acciones, Kant encuentra más relevantes las dos primeras situaciones pues tienen una intencionalidad, pero el tercero no, simplemente fue un acto que ocurrió bajo la ausencia de un objetivo.

“Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.” Juan 10:17-18 Versión RVR 1960.

Al leer el texto bíblico no podemos dejar de notar una firme intención de Jesús por dar su vida. Él no espera que las cosas pasen en forma automática, que ocurran de forma natural o que pase todo simplemente por un capricho de las situaciones que lo rodean.

Jesús en todas sus acciones siempre tuvo la intención de salvar a la humanidad del castigo del pecado. Comprendamos que Él esperó el tiempo de Dios para hacer todo lo que hizo, pero nunca dejó que la espera se convierta en una silla de comodidad para que las cosas sucedan de forma automática. Todo el tiempo sus acciones estaban impulsadas por el deseo de cumplir la voluntad de Dios Padre.

Sin embargo, contrariamente a esta idea se ha expandido una creencia errada. Al orar muchos piden que nazca casi automáticamente dentro de ellos las ganas de congregarse, de ayunar, de ser fieles, de ser santos, de trabajar en la iglesia, de diezmar, etc. Abandonando de esa manera la voluntad que Dios ha dado a todo hombre.

Recordemos. Es Dios quien da las fuerzas, su Espíritu nos ayuda a ser santos, su amor nos anima, su poder impulsa nuestras vidas, su sabiduría nos ayuda a elegir, su misericordia nos motiva a comenzar de nuevo, sus bendiciones nos causan regocijo, etc. Pero todo ocurre sobre la base de la voluntad que muestra el hombre.

Deja de esperar que las cosas ocurran de forma automática o por hechos accidentales. Dios quiere bendecirte, pero son tus acciones las que deben mostrar una firme intención de recibir las dádivas  que buscas.

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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