Nunca pensé que la noche se podía hacer día y que esas horas blancas serían tan largas, tan agotadoramente lentas y que todas las cosas se harían tan enormes, tan abrumadoras.

Nunca pensé que dejaría la comodidad de las cosas establecidas, la solidez de los compromisos fundamentales, la certeza de tanta convicción asimilada y que me adentraría en un océano desconocido sin cartografía, sin brújula, sin GPS.

Nunca pensé que cierto día el cuerpo expondría inesperadamente sus argumentos de tiempo transcurrido y que presentaría la documentación irrefutable de sus limitaciones, de sus abandonos, de sus dolencias, de sus recientes imposibilidades, en fin, de su profundo cansancio.

Nunca pensé que me acomodaría tan blandamente al abrazo de la soledad, que entablaría diálogos cotidianos con su repertorio de reflexiones, que dejaría que penetrara no sólo mis huesos sino todo pasadizo de mi mente y allí se quedaría.

Nunca pensé que buscaría con tanto ahínco el silencio, la quietud y el alejamiento constante del mundanal ruido y que hallaría allí el necesario espacio para verme a mí mismo sin caretas, sin palabras acomodadas, tal cual.

Nunca pensé que llegaría a serme tan gravosa la carga de los rituales, tan desagradables las reverencias y los besamanos, tan aburrida la letanía de discursos y predicaciones, la constante repetición de dogmas y doctrinas.

Nunca pensé que vería tanta tierra, tanto océano, tanta montaña, tanto lago, tanta calle, tanto rincón maravilloso, tanto idioma distinto, tanta cultura diferente, tanto barrio, tantos aromas, tanta diversidad de rostros, tanta luz desconocida.

Nunca pensé que vería tanta religiosidad, tanto odio, tanta violencia, tanta pobreza, tanta indiferencia, tanto crimen organizado, tanto discurso mentiroso, tanta falsa propaganda, tanta maldad institucionalizada, tanta grieta insalvable.

Finalmente, nunca pensé que a pesar de no haber pensado nunca en todo lo que iba a pensar, todavía sigo pensando para mi pesar, todavía tengo preguntas, todavía quiero aprender, todavía quiero esperar que las cosas pueden mejorar y que es posible volver a creer en tanta cosa linda, en tanta gente buena, en tanta agradable posibilidad diseminada…

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