Mi querida amiga Lou Torres escribió hoy un artículo titulado “Por qué a veces el evangelismo no funciona”. En el lapso de algunas horas su nota ya tiene casi 1600 lecturas.

(Sin duda, la palabra evangelismo tiene un efecto magnético en los lectores de sitios como éste. La audiencia cristiana busca modelos y métodos para el éxito de su cometido militante.)

Yo escribo sobre una variedad de temas respecto de los cuales la audiencia cristiana no parece tener interés alguno, salvo para un pequeño grupo de personas que ya conocen mis escritos. Así que toma unas dos semanas – tal vez menos si pongo un buen título – llegar a las 100 lecturas.

Mis colegas suelen hacerme ver que aparte de escribir sobre temas de ningún interés para la mayoría de la audiencia evangélica, los títulos de mis notas son oscuros y bastante raros: La resistencia, Inventario sexagésimo sexto, El silencio de los corderos, El nombre de la orquídea, Catilinaria, en fin.

Como ven, tal parece que no tengo futuro entre la gran audiencia evangélica. Así que tuve la atrevida idea de poner un título súper interesante para ellos ¡pero no escribir nada sobre evangelismo efectivo!

¿Por qué haría tal cosa?

Por envidia, podrán decir algunos de ustedes. Les aseguro que no. Hace siete años que escribo esta columna y he tenido preciosas satisfacciones con una pequeña audiencia que busca textos alternativos e interesantes.

Pero tengo otra razón que he explicado aquí en numerosas ocasiones. Por el título de esta nota, es posible que tenga la bendita oportunidad de decirle a muchísimas personas algo que tal vez nunca han leído.

Si examinan la nota de Lou Torres – con cuidado y no sólo buscando métodos – se darán cuenta de algo revelador: la mayoría de los cristianos evangélicos no sabe cómo comunicarse en el mundo de hoy.

Y esto se debe, amigas y amigos, a que creen que lo único importante en la vida es evangelizar y por ello no tienen interés alguno en la cultura que les rodea.

Y por esa mismísima razón no se pueden comunicar bien porque las personas viven y navegan en un universo completamente diferente.

Y por no tener interés en ese universo, los cristianos se pierden la magnífica oportunidad de tocar a las personas donde ellas se encuentran y no donde quieren ponerlas.

Sería interesante que leyeran con más cuidado cómo lo hacía Jesús y no buscaran tanto método moderno.

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