En la absoluta humildad debemos reconocer que no somos nada, es Cristo en nosotros. No debemos olvidar que todo lo que logramos, todo lo que tenemos, nos lo ha dado nuestro amado Dios. Todo lo bueno que podamos hacer, no es obra nuestra, es Cristo en nosotros. Su Espíritu Santo divino que fue la vida que Él nos dio, es quien nos hace estar más cercanos a Él también.
Decimos siempre que toda la gloria, el honor y los reconocimientos sean para Dios. Y es porque no es de otra manera. Debemos estar convencidos de ello. No somos nada, es Cristo en nosotros.
Aunque no somos nada, Cristo nos ama
Dios nos ama infinitamente, es un amor como ningún otro. Un amor que no merecemos, pero por su gracia infinita, nos perdona y nos ama. Y si le llamamos, siempre está presto para ayudarnos. No somos nosotros. Nosotros somos nada, es Cristo en nosotros. Pues Él fue quien nos creó y se deleita cuando le servimos, buscamos y le damos la honra y el reconocimiento.
Tengámoslo siempre presente y veremos Sus bendiciones llover sobre nuestras vidas. No merecemos nada porque nada somos, es Cristo en nosotros.
Como lo dijo Pablo: «ya no vivo yo, Cristo vive en mí», mientras reprendía a Pedro en Antioquía en su carta escrita a los cristianos que vivían en la provincia de Galacia en Asia Menor. Tomemos sus palabras y vivámoslas.
Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.
Gálatas 2:20 (RVR 1960)
El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.