“Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; Y tú perdonaste la maldad de mi pecado”. Salmos 32:5 (RVR1960)
Quizá tenías la oportunidad de evitar grandes problemas en tu matrimonio; hubiera sido posible aprobar esa materia, si tan sólo le hubieras dedicado el tiempo que se merecía y así pudiéramos continuar enumerando situaciones que aparentemente estaban en nuestras manos, pero que por negligencia las dejamos caer. Pero ¿de qué sirve tener que recordar la culpa con dolor si no hacemos nada para tratar de remediarlo?
Quedarse encerrado en la culpa es como apagar la esperanza y seguir cavando el pozo para que nuestra caída se haga más profunda, lo cual no nos permite experimentar la misericordia de Dios. Si te has sentido culpable por situaciones que podrías haber evitado, déjame decirte que no todo está perdido, porque en Jesús se encuentra la esperanza. Él dio su vida para llevar toda culpa sobre sus hombros, ya no sigas llevando una carga que no te pertenece, entrégalo en sus manos y permítete ser libre.
Por Ruth Mamani
El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Artículo producido para Radio Cristiana CVCLAVOZ.
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