Sigan amándose unos a otros como hermanos. Hebreos 13:1 (NTV)
Siempre tendremos diferencias con los demás, pero eso no debe ser motivo para que dejemos de amarnos, debemos procurar estar en paz y seguir amándonos como hermanos.
Cuentan que un alfiler y una aguja se encontraban en una cesta de labores y no teniendo nada qué hacer, empezaron a reñir, como suele suceder entre la gente ociosa, entablándose la siguiente disputa:
Mientras hablaban así́ el alfiler y la aguja, entró una niña deseando coser, tomó la aguja y se puso manos a la obra por algunos momentos; pero tuvo la mala suerte de que se rompiera el ojo de la aguja.
Después tomó el alfiler, y atándole el hilo a la cabeza procuró acabar su labor; pero tal fue la fuerza empleada que le arrancó la cabeza y disgustada lo echó con la aguja en la cesta y se fue.
Amar a nuestro prójimo no es opcional, es un mandamiento que muchas veces puede ser complicado porque no depende solamente de nosotros. Sin embargo, tenemos la ayuda de Dios para poder perdonar y amar a nuestros semejantes.
Así como todos tenemos nuestras virtudes, todos tenemos nuestros defectos y cometemos errores, nadie puede decir que es perfecto y es bueno que tengamos eso presente, para también podamos ser humildes y comprensivos con los demás.
Recordemos que al final de nuestra vida, todos acabaremos de la misma forma, todos moriremos y no importará cuántos dones o talentos tuvimos, cuánto seguidores había en nuestras redes, si fuimos muy populares ni cuántas posesiones tuvimos; todos volveremos a ser polvo y nos presentaremos ante Dios a rendir cuentas.
Así que deja de perder el tiempo peleando por cosas vanas y busca la forma de poner tus dones y talentos al servicio de los demás y, de esa manera, llevar a la práctica el mandamiento de seguir amando a quienes te rodean.
Padre amado, reconozco y te pido perdón por las veces que me he puesto a pelear y discutir con mis hermanos por cosas vanas, por tener la razón, por dar lugar a mi orgullo en lugar de buscar amar y perdonar como tú lo harías.
Ayúdame a tener siempre presente que tu mandamiento es que nos amemos unos a otros como tú nos has amado.
Dame la sabiduría y el amor suficiente para poder poner los dones y talentos que me has dado al servicio de mis hermanos, en el nombre de Jesús, amén.
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