Se acerca una tormenta formada cerca de Río Cuarto. Si bien no es factible asegurarlo, hay probabilidades de granizo. Todavía se encuentra a la altura de Dalmacio Vélez. Los mantengo informados, nos advierte nuestro “amigo del tiempo” quien por WhatsApp nos actualiza el clima y los eventos de lluvia.
En la región donde vivo la tormenta es un componente ineludible del verano. Yo que crecí en un país donde llueve cuando es invierno y hace frío, nunca me acostumbré a estos temporales estivales en los que todo se oscurece al punto que las luminarias de la calle se encienden como si fuera el anochecer y el cielo parece venirse abajo en un vendaval de nubes espesas, viento, truenos, relámpagos, rayos y granizo.
Por unos minutos parece que el mundo se va a acabar bajo un diluvio monumental pero al cabo de una hora o menos brilla un sol resplandeciente y comienza de nuevo el ciclo de calor y humedad. Antes de que vuelva el calor hay un intervalo en el que salgo a la vereda un poco ligero de ropa y me dejo acariciar un rato por una brisa fresca y relajante.
Estas tormentas tienen un efecto hipnótico sobre mí. Me provocan un sentimiento primitivo, ancestral. Tienen el efecto de un viaje imaginario a un lugar exótico, lejano, un sitio inmaterial, ingrávido. La tormenta me descoloca siempre porque todavía es nueva en mi antiguo repertorio de lugares, sensaciones y memorias.
Hay algo intraducible en todas estas experiencias. No conozco muchas, pero sé que hay personas que son conmovidas por la materia de la tierra, por la composición invisible de los vientos, por el olor eléctrico del éter, por la profundidad insalvable de la fuerza telúrica. Para algunos la tormenta es un drama de inundaciones, deslizamientos de tierra, pérdida total o parcial de casas y posesiones, por lo que estas reflexiones no pueden alcanzarles. En algunas regiones del mundo, la tormenta es el comienzo de la temporada bendita del agua y de la agricultura.
Para pocas personas sin duda es un instante singular donde el mundo adquiere un color y una forma diferente. Con el permiso y el debido respeto de otras consideraciones sobre el clima, dejo aquí para ellos la semblanza de la tormenta que dentro de un rato se vendrá sobre esta ciudad y me permitirá un breve viaje de cortesía al secreto mundo de Nunca Jamás.

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