“Desconfío de los líderes, de quien no duda, de quien cree saber, de quien piensa que puede conducir a otros.”
Alejandro Katz, editor y ensayista argentino

Frente a la multitud enardecida por la sed Moisés gritó: “¡Oíd, ahora rebeldes! ¡Os hemos de hacer salir agua de esta peña?” Esta simple conjugación del verbo hacer fue su perdición: le fue negada irrevocablemente la entrada a la tierra de promisión. Esa es la seducción del liderazgo: creer que pueden conducir a otros per se, por su propio carisma, por su propio poder; transmitir la idea de que tienen todo claro, que no tienen duda alguna.
Esta es una época de inmensa incertidumbre en la política, la economía, la cultura, las relaciones internacionales, la justicia y la ley, la familia, la iglesia, usted nómbrelo. Las cosas están resultando no ser lo que parecían. Los antiguos fundamentos se desploman, los conductores resultaron un fraude, los sistemas hacen agua por todos lados incluso aquellos inspirados en nobles ideales como la iglesia y la filosofía.
Es un tiempo propicio para la aparición de salvadores carismáticos, mandatarios autocráticos, proyectos totalitarios. La multitud, aguijoneada por inmediatas necesidades, está dispuesta a conferirles el necesario poder para que les solucionen sus problemas y todo por fin regrese a la normalidad. La historia es pródiga en ejemplos que muestran adónde terminan estas ingenierías sociales: la destrucción y en algunos casos el aniquilamiento del tejido social.
Un estudio de caso interesante que puede ser seguido en el libro de los Jueces (capítulos 6, 7 y 8) es la historia de Gedeón. Cuando fue llamado se expresó con una humildad sorprendente: argumentó ser joven, pobre, inadecuado. Pidió varias veces señales para estar seguro que estaba siguiendo la “perfecta” voluntad de Dios. Sin embargo, cuando se hizo fuerte comenzó a mostrarse arrogante y ególatra y con el tiempo infligió enormes sufrimientos no sólo a su vida personal sino a la nación entera.
La función del liderazgo es facilitar, ayudar, servir, mostrar opciones. Esa es una influencia que puede ser ejercida estando entre la gente. Por eso no confío en quienes demandan un puesto de conducción para hacerlo. Tarde o temprano van a ceder a la seducción del poder.
El efecto más liberador de la verdad es no depender de caudillos o figuras centrales para alcanzar los sueños de las personas y de la comunidad.

(Este artículo ha sido especialmente escrito para la radio cristiana CVCLAVOZ)

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