Yo bautizo con agua a los que se arrepienten de sus pecados y vuelven a Dios, pero pronto viene alguien que es superior a mí, tan superior que ni siquiera soy digno de ser su esclavo y llevarle las sandalias. Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego. Mateo 3:11 NTV

Juan el Bautista era un hombre que se hizo conocer por predicar para que las personas se arrepientan de sus pecados y la gente venía de diferentes ciudades para ser bautizados por él. En su posición podía dejarse dominar por el orgullo y altivez ya que incluso doctos en la ley iban a ver lo que hacía; sin embargo, recordaba cada momento que no era digno y que servía a alguien superior.

Pero cuando ya no estaban lejos de la casa, el centurión envió a él unos amigos, diciéndole: Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo; por lo que ni aun me tuve por digno de venir a ti; pero di la palabra, y mi siervo será sano. Mateo 7:6-7

Se llamaba “Centurión” a un oficial de ejército que tiene a su mando cien soldados, por eso mismo este hombre podría ser prepotente y altivo, sin embargo, demuestra su temor a Dios al pedirle ayuda y reconoce que no es digno de tenerlo bajo su techo, ni siquiera de estar en su presencia, sabía quién era Él y por esto mismo recibió su milagro.

Pero Dios mostró el gran amor que nos tiene al enviar a Cristo a morir por nosotros cuando todavía éramos pecadores. Romanos 5:8 NTV

Estos dos hombres,  Juan y el Centurión, tienen algo en común,  ambos temen a Dios porque reconocen que no son dignos, ni merecedores de algo. Nosotros deberíamos estar agradecidos al Señor porque  que hemos sido beneficiados en gran manera. Éramos pecadores, no merecíamos ser salvos pero por su gran amor lo somos. No somos dignos de servirle, pero nos da esa oportunidad.

Lamentablemente en lugar de ser agradecidos nos resulta pesado ser cristianos. Una hora es tan larga cuando hablamos de Dios pero tan corta cuando vemos una novela o un partido de futbol. No encontramos palabras para orar, pero fácilmente nos salen cuando charlamos con algún amigo. Nos da sueño cuando leemos la Biblia, pero qué fácil nos resulta leer las revistas de modas. Buscamos siempre la primera fila en el teatro o cine, pero cuando vamos a la Iglesia siempre nos ubicamos atrás.

Es posible que hayas olvidado que no eres digno de estar sentado a su mesa, y por ello criticas algún aspecto de tu iglesia, te dejas llevar por los chismes, o no deseas servir si no te han elegido líder de aquel lugar. Lo importante es que ahora recuerdes de dónde Dios te ha sacado, le agradezcas y le sirvas con humildad porque no somos merecedores pero Él nos da todo.

 

 

El siguiente crédito, por obligación, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artículo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.

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