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Adolescentes

Éramos insolentemente jóvenes, sin agendas ni horarios. La vida era infinita. La muerte, una curiosidad. Todo era presente.

La mañana era la noche y la noche un universo que hacía los deseos realidad en alas de la música.

Nada contaminó nuestras esperanzas. Fue mucho más tarde que la realidad enturbió lo que era nuestro.

Hasta entonces fuimos jinetes legendarios, revolucionarios impenitentes, soñadores inconclusos, jornaleros de la escuela, enamorados enfermizos, locos lindos.

Nos embriagaba todo. Por eso no advertíamos las heridas de la ira, la mordida del dolor y otras escaras.

No teníamos, al menos entonces, un cuarto trasero para guardar rencores y lamentaciones inútiles. Había mucha vida. Eso bastaba.

La comida era un trámite molesto pero necesario. Dormir nada más una urgencia los domingos a las seis de la mañana.

Escribíamos cartas de amor. Dibujábamos en el block Artel Nº 9 las siluetas de las chicas con el Faber Nº 2.

Nos escapamos del colegio y acampamos en los faldeos del Cerro Chena, con banquetes de pan, queso y cocacola.

Odiamos al maestro de Ciencias. Pero amamos a la señorita Elisa, la más bella profesora de francés de la galaxia.

Amábamos la música, los libros, el cine, el fútbol a las once de la noche en la calle de piedra.

Fuimos mejores amigos siempre. Una sola vez rivales cuando amamos a la misma chica en quinto grado.

No pensábamos que seríamos grandes, que nos pareceríamos a nuestros padres y que iríamos a la oficina de traje y corbata.

Lo triste a veces era que teníamos tantas preguntas sin respuestas y tantas respuestas que no nos interesaban para nada.

El paisaje, al menos a mí, me humedecía los ojos y el corazón. Los lagos, el volcán, los helechos, la lluvia interminable.

¡Oh, los caminos de la montaña, la cuesta de Los Añiques, las alturas de Calama, los robles centenarios!

¿Cómo fue que la lavanda y el Flaño vinieron a perfumar para siempre mis recuerdos?

Sólo le pido a Dios que estas memorias me muestren para siempre la grandeza de la vida.

Y que nunca, jamás olvide que fuimos adolescentes…

Benjamín Parra Arias

Hay otros universos alrededor nuestro. Contenidos, significados, códigos diversos. Sobre todo, vidas intensamente reales. Espejos donde nos vemos tal cual. Imaginaciones, sueños, broncas, esperanzas, crónicas y memorias...

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