Quisiera ofrecer una reflexión sobre por qué la autoayuda no es igual a depender de otras personas. Hay un malentendido importante aquí. La verdadera autoayuda es una acción original de la voluntad. Depender de las ideas o del concurso de otras personas para poder manejar los problemas de la existencia es algo muy distinto. Y peligroso, además.
La siguiente cita puede arrojar luces sobre este pensamiento:
¿Ha cesado para siempre su misericordia? ¿Se ha acabado perpetuamente su promesa? ¿Ha olvidado Dios el tener misericordia? ¿Ha encerrado con ira sus piedades? (Selah) Dije: Enfermedad mía es esta; Traeré, pues, a la memoria los años de la diestra del Altísimo. Me acordaré de las obras de JAH; Sí, haré yo memoria de tus maravillas antiguas. Meditaré en todas tus obras, y hablaré de tus hechos.
Salmos 77:8-12 – RVR1960 – (Las cursivas son mías)
La existencia se presenta a veces como algo incomprensible, complejo y abrumador. Se sufre la pérdida de seres amados, rupturas sentimentales, crisis económicas, problemas familiares, enfermedades graves. La vida parece injusta. La angustia tiñe todo. Es un estado que puede durar mucho tiempo.
Pero en algún momento se hace necesario detenerse y cambiar el mensaje interno. Eso es lo que hace el escritor del salmo citado. Ese “Dije: enfermedad mía es esta” se entiende como un parate. “A ver: está bien, todo esto es difícil. Pero no puedo seguir así. Tengo que hacer algo para salir de este estado”. Eso es autoayuda.
En los años ochenta del siglo pasado salió un libro que fue éxito de ventas en el mundo evangélico. Fue texto de cabecera para millones de creyentes: “Cómo vencer la depresión”. Recuerdo que me extrañó que tantas personas necesitaran ayuda en este tema. ¿No era que convertirse a Cristo lo hacía a uno vivir la “vida abundante”? ¿No era que nacer de nuevo significaba disponer de recursos divinos para la vida victoriosa? Eso, por una parte.
Por otra, hay que tener un equilibrio. Es bueno que las ideas o las palabras de otras personas nos puedan orientar respecto de qué hacer en ciertos momentos de la vida. Pero, hay un peligro latente en depender todo el tiempo de los consejos y fabricaciones terapéuticas que circulan en libros, internet y medios de comunicación. Porque la autoayuda no es lo mismo que depender de otras personas. La palabra misma lo dice: es ayudarse uno mismo.
Si uno examina el contenido de los medios cristianos de comunicación, va a darse cuenta de cuánto la gente se ha acostumbrado a que otras personas le digan lo que tiene qué hacer con su vida. Hay consejos para todo: finanzas, adicciones, relaciones familiares, noviazgo, uso de internet y redes sociales, educar a los chicos, comer sano, usted nómbrelo.
¿Está bien eso? Lo pregunto porque se supone que la conversión a Cristo y la vida cristiana presuponen una cierta vida abundante. Eso quiere decir que fluye hacia otras personas como bien hacer, como comunidad. Me confunde ver que tanto contenido es para ofrecerte cinco pasos, diez ayudas, siete consejos, cuatro señales.
¿De qué depende la vida cristiana? ¿De lo que nos da Dios, de lo que entendemos de la vida y de la sana enseñanza de la iglesia? ¿O necesitamos esta pléyade de gurús, consejeros, orientadores y coaching para vivir?
Pregunto todo esto porque creo que la autoayuda no es igual a depender de otras personas.
El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.
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Muy buen artículo.