Nos imponemos la ingrata tarea de decir que la Navidad no es lo mismo para todos.
Es ingrata porque en nuestros medios de comunicación parece haber una suerte de “intoxicación” navideña. Así que salirse de la corriente principal, o remontarla en contra, es incorrecto.
En realidad, no es incorrecto. Suena incorrecto, pero no lo es. Se llama libertad de conciencia, libertad de pensamiento.
Acabo de leer en un medio internacional que hay al menos cinco países en el mundo que prohíben explícitamente celebrar la Navidad.
Tales casos, siendo extremos, reflejan un hecho mundial que parece ser ignorado por muchos.
Todas las expresiones de cristianismo que conocemos hoy suman unos 1.500 millones de seres humanos.
El planeta se acerca a los 8.000 millones de personas. Hay más de 6.000 millones de personas que creen otras cosas distintas de Jesucristo.
¿No les hace algún ruido esta abultada cifra como para pretender que la Navidad es “mundial”?
Las grandes corporaciones que profitan con las celebraciones y los medios de comunicación sí son mundiales, pero eso no cambia el hecho que la Navidad no es lo mismo para todos.
Para no alejarnos mucho en la geografía, miremos a nuestro continente, que convive con una pobreza insultante.
Para el 2020 se estima que la tasa de pobreza promedio de la región alcanzó el 33,7 % y la pobreza extrema el 12,5 %, lo que significa que el total de personas pobres ascendería a 209 millones de personas.
Sitio web del Semanario Universidad, Índices de pobreza en América Latina retrocedieron 12 años, 17 de marzo de 2021 (*)
Si se fijan bien, son 209 millones de personas que no están representadas en las lindas escenas de comida, regalos y felicidad que muestran los medios (incluyo a los medios cristianos).
Es decir, se ve que una parte importante de la sociedad no se ha dado cuenta que la Navidad no es lo mismo para todos.
Para millones de personas, los pavos, los panes dulces, los villancicos y las escenas de niños abriendo regalos el 25 de diciembre, son realidades bastante lejanas.
Además, son 209 millones de personas que viven bastante cerca de quienes promueven abundancia y felicidad en Navidad. Muchos de ellos son incluso audiencia de nuestros medios. Como que aquí faltara un poco de coherencia evangélica.
Noten que no me he referido a cosas superficiales como que Jesús no nació el 25 de diciembre o que la Navidad es un rito consumista.
Hay cuestiones más profundas involucradas en el hecho de que la Navidad no es lo mismo para todos.
Para mí, incluso, hay consideraciones de otro orden.
¿La Navidad como mecanismo celestial para escapar del incendio? Me parece un reduccionismo rampante. La obra de Jesús es mucho más titánica que un seguro de vida.
Pero eso ya es comida sólida, no apta para esta modestísima columna. Dejemos establecido, al menos en la intención, que la Navidad no es lo mismo para todos.
El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.
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