Es curioso el modo cómo trabajan las profecías. Si uno mira atentamente la Biblia como un todo, no sólo como fuente de versículos sueltos, se tiene que sorprender. Casi nunca se cumplen de la manera que quienes las pronunciaron suponían. O del modo en que esperaban los que las leyeron y las interpretaron.
La prueba más evidente es que todas las profecías acerca de Jesús se cumplieron. Pero las autoridades de las escrituras de aquel tiempo no aceptaron que el Señor era el cumplimiento de ellas. No sólo que no lo aceptaron, sino que en vista de su radical enseñanza sobre Dios y su reino, resolvieron matarlo.
El tiempo final al que Jesús se refirió fue interpretado primero como que regresaría antes de que el apóstol Juan muriera. Después vino la destrucción de Jerusalén en el año 70. Más tarde fue la caída del imperio romano que persiguió y mató a miles de cristianos.
Se creyó que el año 1000 marcaba el fin de los tiempos. Después vendría la peste negra, diversas guerras y otros cataclismos. La Gran Guerra de 1914-1918, luego la II Guerra Mundial, la Guerra Fría con su amenaza nuclear también fueron candidatos a cumplir la profecía.
Hoy no faltan quienes aseguran que estos días de coronavirus definen la cosa. Esta crisis mundial, que está causando terribles estragos en todo orden, tiene el carácter de una gran tribulación.
Si uno examina sin prejuicios la profecía, comprenderá que cualquier era humana cumple la mayor parte del mensaje profético. Ha habido y hay terribles apocalipsis en marcha. Guerra, hambre, destrucción ambiental, enfermedades innombrables acompañan a nuestra raza desde siempre.
Desde esta modesta tribuna proponemos que traslademos el enfoque. Dejar de lado por ahora la atención en “cumplimientos” y centrar nuestros esfuerzos en ayudar a quienes podamos a nuestro alrededor. Hay muchas maneras de expresar amor, compasión y servicio a nuestra atormentada generación.
Tenemos por un lado el mandato de Jesús para hacerlo y, desde nuestras instituciones los recursos para mitigar el impacto de esta nueva gran tribulación. Creo que haríamos un mejor servicio y de paso ahorraríamos espacios en las redes sociales para mensajes más constructivos y urgentemente necesarios.
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