Estamos acostumbrados a percibir al estrés como algo malo; no obstante, no es del todo negativo. Estudios recientes han clasificado al estrés en dos categorías: distrés y estrés. El primero genera consecuencias perjudiciales tanto para la mente como para la salud. Por otra parte, el estrés impulsa a una persona a ser más productivo y genera una sensación de placer y satisfacción. Para identificar correctamente cuándo el estrés es bueno para nosotros, debemos tener en cuenta lo siguiente:
Hay momentos en los que el estrés es un impulso para hacer bien o culminar una tarea encomendada. A menudo, puede solucionar y/o ayudar a la falta de concentración o motivación.
El distrés desmoraliza y lleva al pesimismo, pero el estrés puede servir como un motivador. Debido a la presión, uno puede hacer las cosas de manera más rápida y con mayor ahínco.
Algunas personas tienen reacciones negativas cuando están bajo presión; sin embargo, cuando uno convierte el estrés en su amigo, este sirve de ayuda para liderar y motivar a los que están alrededor.
Hay tareas específicas que pueden ser tomadas a la ligera cuando se hace sin presión. No obstante, el eustrés ayuda a ser más detallistas y minuciosos con la labor que se realiza.
El estrés funciona como un método de concentración para las personas que se distraen fácilmente y no pueden fijar su atención en una única tarea.
El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.
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