En el segmento junto a la licenciada Débora Pedace hablamos de cuáles son los tipos de estrés.
En el artículo hablaremos acerca de un tema que afecta a toda clase de persona no discriminando condición. Nos referimos al estrés.
Es un cansancio mental provocado por la exigencia de un rendimiento que deviene a ser superior a lo acostumbrado. También se lo conoce como fatiga en la que entran en juego mecanismos de defensa para afrontar una situación que se percibe como amenaza.
Muchos se preguntan acerca del origen del estrés. Es sabido que su origen se encuentra en la mente de quien lo padece, ya que el cerebro es el responsable de reconocer y responder de distintas formas a los estresores percibidos del entorno.
En el segmento completo hablamos sobre el estrés positivo y el distrés. Y cómo detectar o darnos cuenta si estamos inmersos en un tipo de estrés crónico perjudicial para nuestro organismo.
En sí, podemos clasificar al estrés según su carácter (positivo o negativo), o su duración (agudo o crónico).
También se lo conoce como adaptativo, nos coloca en una posición de protección frente a lo peligroso. Es el estrés utilizado para la supervivencia. Lo llamativo de este tipo de estrés es que, inconscientemente, interpreta que los efectos de la situación le pueden otorgar algún beneficio.
Por otro lado, el distrés o estrés negativo es el más peligroso. Cuando padecemos distrés anticipamos una situación negativa creyendo que algo nos va a salir mal. Lo cual genera una ansiedad que nos paraliza por completo. Nos desequilibra y neutraliza los recursos con los que contaríamos en situaciones normales, lo cual termina provocando angustia, ira, o cualquier emoción que nos termina perjudicando emocionalmente.
Según su duración, existen el estrés agudo, agudo episódico y el estrés crónico. Al primero lo definimos como causal de las exigencias que nos ponemos frente a determinadas situaciones. Tiene un punto máximo de expresión y luego comienza a desaparecer. Es el más común y debemos saber regularlo para que no se convierta en permanente. El estrés episódico, si bien es similar al anterior, se repite con frecuencia la misma situación generando malestar.
Surge en personas que están expuestas de forma permanente a situaciones amenazantes. Puede devenirse crónico por ciertos traumas que prolongan el estado de alerta mental de esa persona. Este tipo de estrés es el más grave ya que las personas no se percatan de esto porque se acostumbran a lidiar con esa situación. En un principio era alarmante, pero luego se convirtió en algo más de su rutina. Eso hace que terminen sufriendo un desgaste mental y físico que puede dejar secuelas irreparables.
Las señales a las que tenemos que estar atentos son varias. Por ejemplo: nuestros pensamientos, ¿son repetitivos?, ¿intrusivos? ¿Hay dificultad para concentrarse o excesiva autocrítica? También tener en cuenta las dificultades en el habla o si hay risa nerviosa. O sensaciones físicas, como tensión, músculos contraídos, malestar estomacal, palpitaciones, entre otras.
Siempre es bueno consultar si notas algún cambio en tu conducta, pensamientos o relaciones. Sabiendo que el estrés es el enemigo silencioso más poderoso, tenemos que estar alertas para impedir que siga generando malestar.
Los efectos del estrés suelen atacar diversas áreas de la vida de una persona, pero existen ciertas estrategias para comenzar:
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