En una cultura que hace reverencia a la juventud y coloca en todas partes los cuerpos de nenas de 16 años como el ideal, es fácil sentirse mayor antes de tiempo.
Hay quienes idolatran tanto su belleza de juventud, y ahora no me refiero específicamente a mujeres, que se han hecho cirugías para parecer de quince y luego, con honestidad quedan que parecen algo extraño. Algo así como un ser de otro planeta.
Es lamentable pero entendible debido a la presión que hace la sociedad, especialmente a celebridades, a mujeres que han ganado concursos de belleza o han sido muy famosas o famosos desde jovencitas o jovencitos.
Yo llevo ya seis años trabajando para un ministerio y sin embargo fui conocida por muchos a través de un concurso de belleza, el Miss Venezuela y luego a través de muchas novelas. Lo que siento que fue mi ventaja, fue mantenerme en esa carrera por ya, más de 36 años. La gente pudo ver mi evolución con el tiempo y no fue de shock verme como Miss y luego verme después de cuarenta años como estoy ahora. Y sin embargo, aún hoy día me encuentro con personas que sienten que les fallo si no me ven ultra arreglada, y en forma.
Puede que veinte años no sean nada, pero cuarenta sí. Estemos claros. Hace cuarenta años que fui Miss Venezuela. Y si bien es cierto que me he mantenido con los pies bien firmes en la tierra y ahora estoy donde y como quiero estar, pues en el reino de Dios la edad es un honor y la cabellera gris (o las consabidas canas que uno esconde) son la corona de gloria que se gana con una vida dedicada a Dios.
Lo importante es disfrutar cada etapa de la vida y no tratar de regresar el tiempo. ¿Para qué? La experiencia que he vivido no la tenía de joven. Con la edad aprendemos a conocernos más a nosotros mismos y si hemos cultivado el espíritu con una relación con el Dios vivo, con Jesús, pues no nos afectan tanto los deterioros que el tiempo va haciendo en nuestra piel.
El hecho de tener una familia extendida, la experiencia de ser abuelos es única y yo no la cambio por nada. Que me llamen abuela es música a mis oídos.
Si uno se mantiene activo físicamente, en modo de agradecimiento continuo, es decir, creciendo espiritualmente, con constante tiempo de oración, cultivando esa relación magnifica con nuestro Jesús, las “huellas del tiempo que platean nuestras sienes” no nos afectarán tan terriblemente.
Y para cerrar, como dice en Eclesiastés 3:1 “Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo…”
Disfruten cada etapa de su vida, amando cada cambio que viene con el inevitable tiempo. ¡Les aseguro que les saldrán menos arrugas!
Este artículo fue producido para Radio Cristiana CVCLAVOZ.
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