El Imperio Romano fue conocido por su poder, riqueza, arquitectura, polĂtica y organizaciĂłn social, pero sobre todo por el basto ejĂ©rcito que tenĂa.
En ese entonces sĂłlo ciudadanos con buena salud podĂan ser soldados. AdemĂĄs portar un uniforme constituĂa una atractiva oportunidad de fama, botĂn y gloria a costa de hacer un sencillo juramento: Dar la vida por el estado y por el emperador.
Como los requisitos eran mĂnimos cualquiera se presentaba en los puestos de reclutamiento. Se dice que normalmente enrolaban cuatro legiones al año, cada una compuesta por al menos seis mil hombres, despuĂ©s habĂan otras sub divisiones para conservar el orden y mantener una jerarquĂa.
Al ingresar todos eran simples soldados, pero dependiendo de sus habilidades y destrezas podĂan subir de rango, de hecho los mĂĄs exitosos y veteranos eran nombrados Pretorianos (grupo de guardias exclusivos del emperador). AdemĂĄs el estado Romano tenĂa las puertas abiertas para todos los que querĂan integrar su ejĂ©rcito.
Estas son algunas de las principales razones por las que muchos ofrecĂan libremente sus servicios.
Dios también hace un llamado para quienes quieran servir dentro de su reino.
âDespuĂ©s oĂ la voz del Señor, que decĂa: ÂżA quiĂ©n enviarĂ©, y quiĂ©n irĂĄ por nosotros? Entonces respondĂ yo: Heme aquĂ, envĂame a mĂ.â IsaĂas 6:8 VersiĂłn Reina-Valera 1960
Dios sigue ejerciendo autoridad absoluta sobre todo lo que ocurre en el planeta. Si bien Ăl podrĂa impulsar Su obra de SalvaciĂłn por sĂ sĂłlo, ha decidido que quiere trabajar junto a su iglesia. Sin embargo aun asĂ nadie estĂĄ totalmente obligado a ser un obrero y servir.
Muchos versĂculos en la Biblia hablan de la necesidad de tener un corazĂłn dispuesto, pero a diferencia de los hombres que se ofrecĂan para pertenecer al ejĂ©rcito Romano, el llamamiento de Dios nunca prometiĂł la posibilidad de tener fama, riqueza y gloria, tampoco tiene un esquema de posiciones en el que uno debe trepar para ser jefe, mĂĄs bien el que quiere ser grande debe hacerse siervo del resto.
Hoy en dĂa existen muchos soldados al servicio de Dios diseminados por todo el mundo y que trabajan arduamente sin la necesidad de reflectores o plataformas, ellos no buscan posiciones o riqueza, no quieren ser los primeros en un mundo de estratos sociales y niveles econĂłmicos. Su intenciĂłn es servir de la misma manera que lo hizo JesĂșs, con amor y con sencillez de corazĂłn.
Ese llamamiento comienza con una pregunta: âÂżA quiĂ©n enviarĂ©, y quiĂ©n irĂĄ por nosotros?â Y la Ășnica respuesta correcta es: âHeme aquĂ, envĂame a mĂ.â
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El siguiente crĂ©dito, por obligaciĂłn, es requerido para su uso por otras fuentes: Este artĂculo fue producido por Radio Cristiana CVCLAVOZ.