Titular esta columna como Breve crítica a la felicidad cristiana parecerá sin duda una provocación, especialmente por la excelente prensa que la felicidad tiene en nuestro medio. Pero la idea ya ha estado presente en varias de mis notas previas, como en este caso:
Deben notar que la Biblia no hace énfasis alguno en la felicidad como un bienestar constante y personal. Aunque muchos creyentes lo entienden de esta manera errada.
Benjamin Parra Arias, El camino menos transitado de la felicidad
Esta idea forma parte de una constante en mi trabajo profesional: examinar en forma autocrítica lo que somos y, junto con ello, lo que creemos, decimos y hacemos respecto del ser cristiano.
La autocrítica es el arte menos practicado por nosotros. Tenemos la obsesiva inclinación a creer que lo que sabemos de la fe es absolutamente intocable, porque es absolutamente verdadero.
Discrepo profundamente de esta postura, porque ha perpetuado malentendidos e injusticias históricas cuyo estudio y análisis no es posible en tan pequeño espacio.
En una sociedad cuyo máximo y continuo deseo es el bienestar personal y el placer, el mensaje cristiano se ha adaptado para continuar siendo interesante culturalmente. Yo creo que, mayormente, lo ha hecho por razones de supervivencia institucional. Ahora, elaboremos un poco más esta breve crítica a la felicidad cristiana.
Tienen que imaginar lo desubicado que le suenan a la gente de hoy mensajes tales como “renunciar a todo lo que se posee”, “morir a uno mismo”, “tomar la cruz cada día”. Son parte central del programa de Jesús, pero tremendamente ofensivas y contraproducentes para la mentalidad predominante. Son entendidas como ideas impopulares, porque felicidad se entiende como el hacer lo que a uno le agrada y tener un buen pasar en esta vida.
Proclamar estas ideas tan radicales hoy terminaría por ahuyentar a los posibles creyentes. De este modo, según yo observo, el mensaje cristiano se vio obligado a derivar hacia esta fórmula que parece infalible: si crees y te entregas a Cristo, serás feliz en esta vida y también en la eternidad.
La idea de la felicidad como beneficio directo de ser cristiano es perturbadora en varios sentidos. Primero, porque no es efectiva. La conversión no garantiza inmunidad al sufrimiento. Segundo, porque alguien que se ha sumado al cristianismo pensando en semejante beneficio se va a sentir defraudado. Tercero, porque reduce el mensaje de Jesucristo de una manera absolutamente inapropiada.
Esto, para empezar. Hay mucho más, pero esto es nada más que una breve crítica a la felicidad cristiana.
El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.
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