Siempre me sorprende y estimula esto de los estados pretéritos de la memoria. Anoche estuve releyendo antiguos cuadernos de notas buscando temas para mi programa diario en el sitio radial de La voz amiga.
Hay algunas frases que dan cuenta de cómo ha pasado el tiempo y cómo me siento hoy acerca de esos pensamientos. Varias de esas impresiones se han profundizado y otras han llegado al punto de avergonzarme un poco por haberlas pensado o creído.
De esos estados pretéritos de la memoria consideraré unas pocas frases para hoy.
“De todo lo que quería, a ti te quería más. Hoy, de todo lo que no quiero, a ti es lo que quiero menos.”
Me apresuro a explicar que no se refiere a amores románticos, aunque podría ser aplicable. A lo que me refería con esas palabras es a las creencias religiosas que cultivé, seguí y sufrí durante tanto años. Tanta prohibición, mucha discriminación y preocupante falencia cultural.
Pasados tantos años, he descubierto en la fe y sobre todo en la vida de Jesús aquella libertad y plenitud a la que El llama en su Palabra y en Su conducta. Lejos de tradiciones humanas que impiden la entrada a la belleza de su reinado.
Ha sido buena idea hoy rememorar esos estados pretéritos de la memoria. Es como un enjuague sentimental.
“La vida, ese absoluto lugar común.”
A veces obsesiona tanto eso de la reverencia por la vida que la gente termina enfrentada en forma irreconciliable por causas como el aborto; o, en otro sentido, experimentando una verdadera idolatría por el bienestar físico, una repulsión por cualquier forma de sufrimiento, aun el más leve.
Nuestra vida es tan igual a la vida de los otros. La condición social, el nivel educacional, la raza, las creencias y las posesiones no la hacen esencialmente distinta de las otras vidas. Nacemos, sufrimos, gozamos y morimos sin diferencia alguna. Incluyo aquí las vidas de los creyentes, que se piensan invulnerables a las realidades humanas.
“Al final, la soledad comenzó a mostrarme su lado agradable.”
De tanto machacar con la idea de que no es bueno que el hombre esté solo, no advertimos varias obviedades. “Hombre” ha de entenderse como ser humano. Si no hacemos esa salvedad, puede parecer que la mujer sola no fuera un tema valioso para Dios. Eso por una parte.
Por otra parte, no estar solo no significa necesariamente que uno tenga que estar casado o casada. Vivo solo hace unos quince años y tengo familia, amigas, amigos, alumnas, alumnos, hijas, hermanos y hermanas. Comparto con las chicas de Amelie o el Café de la Música, de Ramonda y de la verdulería Destefanis.
Así que, amanecer con alguien cada día no parece ser la única forma de ser feliz.
Eso es todo por hoy. Hay muchos otros estado pretéritos de la memoria que se podrían listar aquí, pero la paciencia de nuestra amable audiencia tiene un límite. Y mi osadía también.
El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.
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