Es un hecho comprobado que todos los seres humanos mentimos. Y cuando lo hacemos, muchas cosas suceden en nuestro cuerpo, especialmente en nuestro cerebro. Estas tienen consecuencias de las cuales no estamos alertas y repercuten en nuestra vida más de lo que creemos. A continuación se encuentran algunos de los efectos biológicos que producen las mentiras.
La amígdala es una parte en el cerebro que nos ayuda a responder emocionalmente ante las situaciones.
Un artículo publicado en la revista Nature Neuroscience sostiene que las personas que están acostumbradas a mentir modifican sus amígdalas y hacen que responda menos. Cuando esto sucede, los sentimientos de culpa disminuyen. Esto significa que mientras más mentirosa sea alguien, menos remordimiento sentirá.
Los investigadores advierten que este hecho es grave pues «lo que comienza como pequeños actos de deshonestidad puede escalar en transgresiones más grandes». Es por esta razón que miles de estafadores, psicópatas y personas que mienten con frecuencia no sienten remordimiento por sus engaños.
Sin embargo, existe una forma no llegar hasta esos extremos. Para revertir la desensibilidad de la amígdala lo único que se debe hacer es practicar la honradez.
Tu cuerpo tiene otra reacción cuando mientes y tiene que ver con la salud mental. Cuando dices una mentira, el sistema límbico del cerebro se activa. Esta parte del cerebro funciona al doble y está bajo mucha presión porque debe trabajar para distorsionar, ocultar y cambiar la verdad con algo convincente, y luego recordar esa mentira para que su engaño no se descubra. Al mismo tiempo, el cerebro intenta controlar dos expresiones corporales contrarias.
Por ejemplo: Cuando un empleado justifica su ausencia del trabajo porque estuvo enfermo, tratará de que su historia sea convincente, no solo por medio de sus palabras sino también su lenguaje corporal. Sin embargo, en esos días no estuvo enfermo, sino que se fue de viaje con su pareja y el recuerdo de aquella experiencia le produce alegría. Es así como el cerebro se encuentra en un dilema pues quiere demostrar esa alegría; pero debe suprimirla y fingir arrepentimiento por haber faltado al trabajo.
Todo este esfuerzo extra que hace el cerebro causa estrés, ansiedad y en algunos casos se demuestra incluso con dolores de cabeza, insomnio u otros síntomas.
Se ha comprobado que la honestidad disminuye el estrés en gran medida y también ayuda a mejorar la salud. En una presentación, Anita E. Kelly explicó que las personas que dicen la verdad tienen «tres problemas físicos menos» en promedio, además de presentar «dos quejas de salud mental menos».
Estos resultados señalan que cuando las personas mienten menos, sus relaciones interpersonales son mejores, lo cual contribuye a su bienestar general.
El siguiente crédito, por obligación, se requiere para su uso por otras fuentes: Artículo producido para radio cristiana CVCLAVOZ.
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