El llamado de Dios es una invitación a hacer algo dentro de Su plan.* Hoy en día Dios continúa llamando a sus hijos a cumplir un plan específico para sus vidas, pero ¿cómo saber cuándo un llamado viene de parte de Dios? Para responder a esta pregunta, hay cuatro aspectos esenciales que debemos tener en consideración.
¡Ya tienes un llamado! Cada seguidor de Cristo tiene el deber de compartir con otros las buenas noticias de salvación (Marcos 16:15). Nuestro propósito en la Tierra es hacer que ninguna persona se quede sin saber que existe esperanza en Jesús. Los demás sueños, anhelos y deseos que tengamos en la vida, deben ir acorde a esta misión inicial (Colosenses 3:2).
Si crees que Dios te está llamando a hacer algo, lo primero que debes hacer es examinar si de alguna manera esto implica compartir tu fe. Si no encuentras ninguna conexión, es más probable que el deseo que tengas no provenga de Dios, sino de ti mismo.
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Muchas veces confundimos nuestros sueños o metas personales con el llamado de Dios. Si anhelamos ir a África, podemos creer que es Dios quien nos está llamando a ir a ese lugar. Sin embargo, el llamado de Dios nunca es para beneficio propio, sino de la Iglesia en general.
La Biblia explica que nuestros diferentes dones y talentos sirven para que contribuyamos al cuerpo de Cristo y expandamos Su reino (Romanos 12:4–5; 1 Corintios 12:12–31; 1 Pedro 4:10–11). El llamado de parte de Dios nunca sirve para satisfacer una aspiración personal sino que tiene un propósito mayor, la cual, como consecuencia, produce gozo.
El llamado no es algo que podemos elegir, es Dios quien lo hace por nosotros. Tenemos la potestad de rechazarlo y alejarnos de Él, pero Su llamado es por nuestro bien y el de los demás. Tal vez en ese momento no lo entendamos, pero con el tiempo nos daremos cuenta que realmente era lo mejor. Dios elige nuestro llamado, pero no nos impone: nos da libre potestad de elegir si lo aceptamos o no.
La conversación entre dos personas que se gritan desde cuadras a distancia, no se escucha ni entiende bien en comparación a una que se hace donde las personas están frente a frente. Este ejemplo se aplica también en la vida cristiana. No podemos decir que conocemos a Jesús si solo oramos cuando nos acordamos y leemos nuestra Biblia cada domingo.
Desarrollar una relación personal con Dios implica hacerla crecer día a día, minuto a minuto, y tenerlo presente en las cosas cotidianas de nuestras vidas. La Biblia dice que solo podemos escuchar el llamado de Dios cuando lo conocemos a Él (Juan 10:27-29) y, si pensamos que ya hemos recibido uno de Su parte, esto nos debe llevar aún más cerca de Él. No hay mejor manera de confirmar cuál es Su voluntad que por medio de la oración y la lectura de la Biblia.
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