Palabras claves: 

Un día, algo pasó…

Todas aquellas percepciones y palabras que a veces se pueden ver en mis artículos, en mis programas de radio, en mis poemas, estallaron en mi cara. El mundo ya no era lo que parecía.

Todas las mañanas amanecieron en mí, abriendo mis ojos a los días dolorosos de los pobres, de los desamparados, de los perdidos, de los explotados, de los abusados, de los despreciados, de los heridos, de los muertos, días por los que nunca lloré porque parecía que era la voluntad de Dios y yo estaba ocupado en mis palabras importantes…

Aparecieron rostros y vidas de millares de hombres, de mujeres, de jóvenes, de niños, de ancianos, de otros más allá de mis muros, que entraron en mí y reclamaron mis palabras, las buscaron como voz para su mudez.

Entonces, fui al fondo de mí y abrí la puerta de aquel cuarto cerrado tantos años atrás. Esperaba encontrar silencio, la pátina del tiempo, el polvo de la muerte sobre aquellas palabras idas.

Pero nada. Salieron en tropel, alborozadas, tibias y urgentes, palpitantes, para entrar de nuevo en mi prosa, en mis poemas, en mis artículos, en mis programas, en mis conversaciones, en mi palabra pública en el estrado de los hombres y las mujeres.

Las buganvillas siguen siendo hermosas. La primera luz del alba, la última del atardecer, la compleja y bella percepción del amor, los sueños del alma seguirán entrando en mi palabra presente.

Sólo que esta vez, se van a abrazar solidariamente, se van a mezclar con el dolor del siglo, con la profecía urgente y necesaria que reclama el silencio de los inocentes. Van a estar en combate con las antiguas ideas, con las palabras impuestas, con los discursos oficiales, con los epónimos diligentes.

Pero, a pesar de la persistencia de la palabra contenida, de su pasión por ser dichas, la pericia se ha deteriorado con tanto silencio. El temor todavía se agazapa detrás de una frase vehemente o de una idea atrevida. Todavía corrijo una y mil veces una frase, todavía no salen indómitas las ideas, porque aprendí a domarlas, a temperarlas, a darles un ropaje aceptable para que la audiencia no sea ofendida.

Pero declaro mi empeño de hacer todo el esfuerzo que me queda para ser fiel a lo que vive dentro de mí. Tengo la prisa, la urgencia, la necesidad de hacerlo.

Tal vez mañana sea tarde…

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