Cualquiera sea la lectura que la gente haga del Apocalipsis escrito por San Juan, siempre es intrigante y perturbadora.
Hasta hace unos años era bastante difícil imaginar cómo podrían verse las situaciones descritas en ese libro. El cine, con los recursos digitales disponibles hoy, ha creado vívidas escenas de lo que todo aquello podría ser.
Hay algunas propuestas del Apocalipsis, sin embargo, que ya pueden verse en la vida real. Alguien me sugirió hace algún tiempo – y por eso el título de esta nota y rememorando un clásico del cine – que estamos ya viviendo el verdadero Apocalipsis.
(Por cierto, una buena parte del contingente creyente supone que todas esas cosas van a pasar cuando ellos ya no se encuentren en esta tierra, cuestión que cada vez encuentro más discutible.)
El deterioro de las condiciones ambientales de la tierra es un buen punto de partida. El agujero de la capa de ozono sobre el continente antártico que reduce la defensa de los rayos UVB, la extrema contaminación de las aguas del mar y de los ríos, al deshielo de los glaciares, el aumento de la temperatura del agua del mar y el cambio climático son un ejemplo.
Se observa también el resurgimiento de extremismos religiosos, la discriminación racial, los nacionalismos y el rechazo a la inmigración, el retorno de democracias autoritarias y dictaduras, la constante amenaza nuclear y guerras regionales.
Nótese además la creciente desigualdad: alrededor del 20% de la población mundial posee el 80% de la riqueza total, mientras cientos de millones de seres humanos viven en condiciones de extrema pobreza, desplazamiento y abandono.
Podríamos seguir mencionando capítulos de este apocalipsis actual, visibles en el desastre de la economía, el hambre, los medios de comunicación, la internet y las redes sociales, la seguridad ciudadana, la delincuencia, el crimen organizado, el narcotráfico, la trata y abuso de personas en todos los niveles de la sociedad.
De modo que, sin duda alguna, muchos de los conceptos formulados en el Apocalipsis bíblico ya están presentes.
Una gran parte de los creyentes supone que eso marca definitivamente el fin de los tiempos y que lo único que resta es prepararse para “el gran escape”, nombre que me parece reemplaza el eufemismo rapto.
Otra parte, muy minoritaria, cree – creemos – que es posible que con la acción concertada de buena gente muchos de esos hechos podrían ser revertidos para la mejora de las condiciones actuales de nuestro querido mundo.

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