“¿Y LA CITA BIBLICA?”, me interroga Leo Cejas en modo de comentario al artículo El Ofertón. En el idioma de Internet, escribir en mayúsculas es como gritar. Don Leo me grita. Tal vez él no sabe que existe esa pauta no escrita de respeto en la red y eso alivia un poco el sentimiento. Pero si lo sabe, habría que interrogarlo de vuelta para saber a qué viene el malestar.

¿Le parece que la ausencia de la cita es una falta de respeto al contenido del texto sagrado? Tal vez sea bueno recordarle que en los “originales” no había separación entre las palabras, ni capítulos ni versículos, ni vocales, ni signos de puntuación; tampoco había títulos de cabecera que ayudasen a localizar los pasajes bíblicos. Todo ello se incluyó recién a partir del Renacimiento, es decir en el siglo 16. Hasta entonces la exigencia era conocer los textos y saber dónde encontrarlos sin necesidad de coordenadas. O puede ser que piense que la ausencia de los números cancela la validez del pronunciamiento apostólico, pero quisiera creer que no. La verdad no se sustenta en su ubicación sino en la fuerza de su argumento.

O es posible que crea que por indicar que esas palabras están en Colosenses 1:19-20 la gente no creyente acudirá presurosa a la Biblia para comprobar que es así y se rendirá a Cristo. Pero la verdad es que alrededor del 80% de la población mundial no cree que la Biblia sea la palabra de Dios ni le ha hecho mucho caso – más o menos en esa misma proporción – en 6.000 años de historia registrada. Pareciera que las razones por las que los creyentes no logran mejores resultados en su proyecto evangelizador no pasa por indicar la fuente del verso.

Finalmente, es posible que don Leo sinceramente quería saber la cita para poder encontrar el bendito verso y yo me estoy haciendo la cabeza de más con todo este asunto. Es posible. Lo que pasa es que salen tan pocos verdaderos comentarios a mis artículos – pocos que valoro inmensamente – que me desespero a veces tratando de saber, con más imaginación que datos fidedignos, si todavía vale la pena aportar esta reflexión lateral por estos lados.

Si no, habría que irse a vivir a Chiloé a cultivar papas.

Deja un comentario