Hebe Uhart, la escritora, ha muerto. En su entierro, después de rezar el Padrenuestro, el sacerdote nos pregunta: “¿Ustedes saben qué quiere decir ahora ‘no caer en la tentación’?” Hay un breve silencio. “No quedarse solos, no aislarse, no perderse en su tristeza y en su dolor”.

(Eugenia Almeida, Caleidoscopio, en La Voz de Interior de Córdoba)

La hiperconexión, las redes “sociales”, las aplicaciones de citas, los foros libres, los happy hour y los after hours, aniversarios, cumpleaños, fiestas en el trabajo, matrimonios, convivencias, comunidades y otras instancias del ser gregario no parecen haber conjurado la tentación de aislarse. Sospecho que, al contrario, la han exacerbado.

El viejo aforismo Más vale solo que mal acompañado goza de buena salud en medio de semejante oferta de espacios para la comunión. A ver: la mayoría de la gente disfruta la bendición de estar con otros, de compartir momentos o la vida entera. Esta no es una negación obstinada de la realidad; hay mucha gente acompañada que es feliz y decimos ¡albricias! por ello.

Quisiera intentar una especie de defensa de la tentación a la que alude el sacerdote en el funeral de Hebe Uhart. Los creyentes rápidamente lo remiten a uno a eso de que no es bueno que el hombre esté solo. No advierten, primero, que la frase se concentra en el hombre como si no fuera de interés alguno la cuestión de si la mujer tiene ganas de acompañar al hombre!

¿Por qué se sugiere que una vez identificado el problema del hombre, la solución es la mujer? Ensayemos invertir un poco la cosa: ¿Es bueno, o no, que la mujer esté sola? ¿Quiere la mujer acompañar al hombre? O ¿por qué se tiene la idea que cuando Dios crea a la mujer y la presenta al hombre es para que sean matrimonio? ¿No es posible que estuviera pensando en compañerismo, equipo, colaboración, amistad?

En segundo lugar, ¿por qué siempre se cree que “no es bueno estar solo” se refiere exclusivamente a estar casado o en pareja? Por lo que he visto y experimentado, hay muchas e interesantes formas de estar acompañado que no incluyen necesariamente vivir juntos.

Mi observación personal es que semejante intensidad de estímulos diarios, llamadas, mensajes, responsabilidades laborales, entrevistas, reuniones, conversaciones urgentes, necesarias o importantes, almuerzos, salidas y cenas terminan por tentarlo a uno a estar solo, al menos algunas horas en la noche. Todos los días – particularmente los fines de semana…

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