Indignado, el pueblo increpa a Moisés porque, pasados algunos días en el desierto después de cruzar el Mar Rojo, le está faltando comida. Se trata de una queja natural; no es agradable tener hambre. Lo que intriga es el argumento presentado: “Ojalá hubiéramos muerto en Egipto, donde nos sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos… Nos sacaste para matarnos de hambre en el desierto.”

Habían pasado solamente algunas semanas desde los portentosos hechos que Dios había hecho por ellos para llevarlos hacia la libertad. Pero como sucede siempre, la mente y el corazón son sobrepasados por la inmediatez. Era preferible la esclavitud con carne y pan antes que la libertad con sufrimiento. La pasión se degrada por la urgencia de la garganta y el vientre. Lo inmediato vence al futuro. La visión de las ollas de carne, las cebollas, los ajos y el pan ha superado al sueño de la libertad. El pragmatismo ha liquidado, una vez más, al idealismo.

Como sea que hayan ocurrido en realidad los hechos relatados en Exodo, bien valen cuatrocientas palabras de comentario. Se ha dicho varias veces que el fin del siglo pasado marcó la muerte de las utopías. La solución de los urgentes problemas inmediatos, la seguridad y la paz personal es lo que determina la decisión de la mayoría. Ya no importa cuáles sean las ideas o los principios que sustenten a los que gobiernan: lo importante es que se hagan cargo de proveer a esas necesidades. Lo demás es poesía y romanticismo y de eso ya no viven los pueblos.

Cuando estábamos en la universidad, éramos flacos e idealistas. Soñábamos la revolución. Hoy, pasados cuarenta años, tenemos tres comidas aseguradas, estamos un poco excedidos de peso y abandonamos los sueños continentales. Encima, nos han dicho que al final ganaremos la madre de todas las batallas y viviremos felices para siempre en un lugar maravilloso más allá del sol. ¿Quién querría más?

La esperanza de ver mejores días para los que sufren hambre, violencia, opresión, abuso, discriminación; el sueño de ver un poco de justicia y orden en la gestión pública; el anhelo de cuidar un poco más la tierra en que vivimos; soñar con países con un poco más paz y de justicia; todo eso, en comparación con la carne, los ajos, las cebollas y el pan, no son más que patillas.

Comamos y bebamos.

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