En un mundo inundado de información irrelevante, la claridad es poder

(Yuval Noah Harari, 21 Lecciones para el Siglo XXI)

Cuando estaba en la universidad el concepto predominante era Información es Poder. Quien poseía información relevante, fueran gobiernos, servicios de inteligencia, medios de comunicación o grupos económicos, podían controlar importantes segmentos de la vida de un país.

Harari, conocido por sus libros Sapiens y Homo Deus, comienza un nuevo volumen con esta potente declaración. La información ya no está reservada sólo a los que detentan el poder; ha traspasado fronteras y ha inundado aparatos y sistemas mundialmente. Hoy el problema no es falta de información, es su exceso. Demás está decir que la mayor parte de esa información no es relevante, es sólo masiva.

Presenté la nota anterior, Evangelio Sencillo, para intentar explicar que la sencillez, con todo lo noble que puede ser en ciertas esferas, es insuficiente para comprender el entorno en que vivimos e influir en él con alguna ventaja. Esto es especialmente importante para los creyentes, que sostienen que su misión central es alcanzar el mundo.

Es verdad, la gente es idéntica a sí misma desde que apareció en la faz de la tierra. Las cuestiones fundamentales que la definen son comunes a todas las razas. Sin embargo, los problemas que la afectan y que la consumen son completamente nuevos. El riesgo del desempleo frente a la automatización, las fallas recurrentes del proyecto liberal, el terrorismo, la crisis ecológica, las noticias falsas e internet han dado forma a un universo difícil de comprender.

Claridad, dice Harari, es la clave. Y ése es el desafío de quienes no sólo desean saber cómo enfrentar el mundo que se nos ha venido encima sino más: cómo influir en él, si es eso posible. Es como aquella parábola de Jesús: saber separar la cizaña del trigo. ¿Quién nos dirá qué es lo realmente importante y hacia dónde dirigirnos? ¿Quién va a aclararnos nuestra posición y nuestra misión?

Alguien respondió así a estas y otras preguntas que formulé: “A mí me vas a encontrar orando a los pies de la cruz”. Es una bella, yo diría poética, frase. Cualquiera que comparte la fe de Cristo se siente conmovido. Piensa algo como, “¡Aprende, Benjamín!”

Sin embargo, hay que decir que se necesitan líderes que comprendan el mundo que vivimos, aporten claridad para saber qué es lo esencial y qué no, y nos propongan acciones efectivas.

Y orar, claro…

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