Mi hermana me sorprendió hace unos días entregándome un presente de valor incalculable: la lapicera que usó hasta el final de sus días el tío Carlos, la persona que me introdujo en el mundo fascinante de la escritura y de la lectura cuando no cumplía aún los seis años. Hace más de cuarenta años que se fue pero su memoria y su herencia permanecen en mí como un antiguo y a la vez nuevo tesoro.
Así, la computadora y la mensajería telefónica ocupan sin duda un lugar importante en mi quehacer profesional, pero nada suscita el ardor creativo como el ejercicio de la mano y la silenciosa docilidad del papel, abierto sin condiciones a la creación y al pensamiento.
En los primeros años fue el lápiz Faber No. 2 el que acompañó mis iniciales andanzas en el territorio de la palabra. Más tarde – y por muchos años – fue el bolígrafo Bic azul; me complacía usarlo hasta que se terminaba la tinta. Ya en los años maduros usé indistintamente las clásicas lapiceras Parker y la plateada de Inoxcrom. Debido a que las iba perdiendo todo el tiempo, me he tenido que acostumbrar a usar las lapiceras promocionales que le regalan a uno en ferias y exposiciones diversas.
He andado la vida desde que no existía televisión y la radio era todavía un gusto caro. Las tareas y los trabajos de investigación había que producirlos a mano, leyendo libros, tomando notas, escribiendo reportes y exponiéndolos frente a la clase. La lectura ha sido y es el medio principal de producción de mi pensamiento y de mi trabajo. He debido aprender a usar computadoras, procesadores de textos, hojas de cálculo y presentaciones gráficas. Después de años de uso del clásico teléfono negro con marcación de disco hube de aprender a usar celulares hasta llegar al smartphone y esta pequeña y poderosa notebook a la que traspaso mis notas escritas, ahora con la lapicera del tío Carlos.
Y aquí estoy, todo un clásico, transitando un territorio digitalizado y vertiginoso, preguntándome si no me veo algo ridículo en el café de la esquina con mi lapicera IC de punta de iridio escribiendo en cuadernillos de tapa negra y hojas amarillas.

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