“De la discusión nace la luz” solían decir los antiguos (es decir, la gente que era educada e influyente cuando yo tenía diez años más o menos). Se referían a aquella tradición en la que el debate consistía en la exposición de ideas que eran el resultado de un proceso de pensamiento crítico y reflexión documentada de los hechos y en la que los protagonistas oían atentamente la presentación de su oponente y enriquecían con ello su propia visión de las cosas. No pocas veces veces surgía de este intercambio de argumentos una luz nueva, un entendimiento mejorado, ampliado y cuyos efectos serían beneficiosos para el conjunto de la sociedad.

¡Qué lejos están esos días, amigas y amigos! Hoy el debate no es más que la abundante y líquida evacuación de lugares comunes, frases hechas, descalificaciones y citas fuera de contexto. De tal manifestación de artificios verbales, a diferencia de las discusiones documentadas de antaño, no surge otra cosa que oscuridad. Es muy poco probable hallar alguna iluminación a no ser en cierta literatura o debates académicos o intelectuales.

La posibilidad de comentar “posteos” en las redes sociales es quizá el contribuyente más grande a las tinieblas reinantes por lo que ya no se puede hablar inteligentemente de cualquier cosa, sea política, religión, economía, cultura, deporte, movimientos sociales, entretenimiento, cine, usted nómbrelo.

Un señor publicó algo sobre el dulce de leche y fue literalmente fusilado con comentarios respecto del costo del azúcar en estos tiempos de ajuste económico, costumbres burguesas y ataques diversos de carácter personal que nada tenían que ver con el delicioso e inocente “manjar blanco” de nuestra infancia. Que alguien escriba algo sobre los vicios del estado de bienestar y verá cómo es acribillado con denuestos y escupos verbales sobre liberalismo gorila o la maldición del populismo. Ni qué decir si se trata de Pelé, Maradona o Messi…

En nuestro mundo evangélico las cosas no andan mejor, especialmente si uno escribe algo que sugiera una mirada más abierta o “liberal” sobre ciertos asuntos como la iglesia, la evangelización, las misiones o la participación de los cristianos en la sociedad. Llueven los versículos, las frases aprendidas en el curso de discipulado básico o las alusiones a la espiritualidad o conversión del escribiente.

Así que seguiremos buscando un poco de luz en antiguos escritos, la literatura clásica o alguna más contemporánea y programas de televisión como “La belleza de pensar” o “Conversaciones”.

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