“Porque de tal manera amó Dios al mundo…”

(Juan 3:16)

“De tal manera” puede leerse en dos sentidos. Puede significar así, de este modo; su propósito sería explicar cómo es o cómo se hace cierta cosa. Puede entenderse también como tanto, mucho; expresaría la intensidad o la cantidad de una acción o un sentimiento.

Así que podemos leer estas palabras de dos maneras:

De este modo, así amó Dios al mundo, o

Tanto amó Dios al mundo

Para los cristianos este es el versículo evangelístico por excelencia. Yo diría que adquirió status mediático en el Campeonato Mundial de Fútbol de Estados Unidos en 1994. En las graderías un grupo de cristianos desplegaba en cada partido un cartel con la leyenda “John 3:16”.

Curiosamente, estas palabras no fueron dichas por Jesús a una multitud de inconversos ni tampoco en su discurso conocido como el Sermón del Monte. Ha sido alguna tradición institucional o académica que las han trasladado, me parece, al ámbito de la evangelización.

Estos conceptos fueron dirigidos a un destacado dirigente religioso. Puesto en términos de hoy sería algo así como un obispo, un doctor en divinidad, un maestro o doctor de la Palabra, un pastor de alto rango; en otras palabras, no era un inconverso.

Así que, ¿por qué Jesús diría estas palabras a un conocedor profundo del texto sagrado y dirigente importante de la institución religiosa?

Porque este hombre, que vino secretamente a Jesús para indagarlo, carecía de algo fundamental: el conocimiento activo del amor de Dios por lo cual tampoco podía otorgarlo a la gente que representaba.

De modo que, me parece a mí, lo que Jesús está diciéndole es: Estimado, te voy a explicar por qué a pesar de todo lo que sabes, tu vida está vacía de auténtico sentido y por eso has venido a verme: a la gente se la ama como Dios amó al mundo. Se la ama poniendo la vida. Se la ama mucho. Y no sólo a los que son del grupo sino a todos, incluyendo a los que están afuera, ¿me explico?

Permítanme entonces sugerir que Juan 3:16 no es un versículo para decirlo a los que no creen en Jesús. Está dirigido a nosotros, a los creyentes, como un recordatorio esencial de cómo se debe amar y cuánto se debe amar a la gente, aunque no se convierta nunca…

Tal vez entonces la gente podría ver a Dios y ser cautivada por Él.

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