Cuento con ustedes, ¿verdad, señoras? – preguntó al final.

Las campesinas la miraron asombradas: la palabra era sagrada. Una tras otra, empezaron desfilar; tendían a la señora de Montmort una mano enrojecida, agrietada por el frío del invierno, por el trabajo con los animales, por la lejía, y en cada ocasión la vizcondesa tenía que hacer un esfuerzo para estrechar aquella mano, cuyo contacto le resultaba físicamente desagradable. Pero dominada ese sentimiento contrario a la caridad cristiana… 

Al fin, el aula quedó vacía… La vizcondesa lanzó un suspiro no de cansancio sino de desánimo. ¡Qué vulgar y desagradable era la humanidad! Cuánto costaba hacer brotar un destello de amor en aquella tristes almas…

¡Puaj! – dijo en voz alta.

Pero acto seguido ofreció a Dios los esfuerzos y sinsabores de ese día, como le había recomendado su director espiritual

(Suite Francesa, Irene Némirovsky)

Esta cita, extensa para la brevedad de este espacio, invita a algunos comentarios. Desnuda la caridad “cristiana” de utilería, la misericordia forzada para ajustarse a la doctrina de la institución y agregar algunos méritos en el cuaderno de Dios a la hora de los juicios finales. Descubre los corazones porque las caras lo ocultan y por más que se entregue una taza de café y un pan con queso a la gente de la calle en el invierno sólo el escrutinio de Dios permitirá ver la razón que hay en la trastienda. Sí, habrá obras que son amores; pero las más de las veces habrá ocultas razones, argucias del alma para escamotear la denuncia del egoísmo.

Se queda uno con la pregunta si no es mejor evitar hacer actos de erogación movidos por  un deseo de transar con Dios y encararse no más con lo pobre que llega a ser nuestro fuero interno.

Más de alguno ha visto ministros cristianos lavarse meticulosamente las manos con un gesto de desagrado después de haber saludado con amable sonrisa a la “hermandad” que hace fila para despedirse después del culto. He vivido la realidad de los ministerios que exigen tiempo extra de trabajo a sus empleados invocando el superior llamado de la misión cristiana, pero cuando el personal pide o exige algo entonces los jefes se remiten a la “legislación laboral vigente”.

Frustrantes discrepancias entre el discurso “cristiano” y el verdadero sentimiento del corazón…

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