“…desde Platón hasta acá sabemos que hay invariables en la educación, como el lugar de la memoria, del esfuerzo, de la repetición.”

(Charles Torossian, matemático, investigador, Inspector General de la Educación Nacional de Francia)

Después de muchas décadas de proyectos educacionales “progresistas” y “modernos”, Francia está regresando a las viejas tradiciones de la educación. Encima, acabo de leer que por ley prohibirá, a partir de septiembre de este año, el uso de celulares en las aulas a los escolares hasta los 15 años.

Los defensores de los novísimos sistemas educacionales – novísimos porque surgieron después de miles de años de educación – pondrán en el grito en el cielo por este atropello a la razón: ¡Cómo es posible que se vuelva a poner en uso la memoria, el esfuerzo, la repetición!

Hacer una copia, memorizar la lección para el día siguiente (cómo olvidar “La tertulia de la señora pata”), repetir hasta la saciedad las tablas de multiplicar, resolver casos de matemáticas usando el modelo problema-raciocinio-ejecución-respuesta, todos los santos días de lunes a viernes. Ir a la biblioteca, hacer notas en tarjetas, redactar, escribir a mano en hojas oficio y presentar ante la clase un trabajo de investigación cada mes. Leer libros en su versión original, presentar un reporte escrito de la lectura y disertar sobre un capítulo escogido cada vez que le tocara a uno en la lista del libro de clases.

Lo anterior es más o menos el modelo impuesto durante mi educación primaria y secundaria. Con diversos matices y resultados, toda mi generación fue afectada por estas prácticas. Salvo algunos pocos casos, no por ello menos significativos, no recuerdo que alguno de mis compañeros y compañeras resultara con traumas insolubles en su vida personal, familiar y laboral a causa de estos tormentos escolares. La mayoría de ellos estudiaron hasta el fin del secundario y un tercio de ellos o más terminaron estudios superiores y se desempeñan – o desempeñaron – con alguna ventaja en su trabajo.

“Resulta desalentador que los estudiantes, tras doce años en el aula, salgan sin entender lo que leen o sin poder hacer simples operaciones de abstracción matemática… El aprendizaje está en la persona. Lo que está en todos lados es la información, pero el conocimiento es otra cosa… No puedo saber para qué sirve la información si no tengo una estructura que me permita entender lo que está escrito. Y eso lo da la escuela… La televisión, Google, Twitter y Facebook no van a darlo, por más que tengan toda la información.” (Guillermo Jaim Etcheverry, Presidente de la Academia Nacional de Educación de Argentina)

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