Gracias a Dios es viernes…

Puedo escribir la prosa que no requiere explicaciones ni sitios en YouTube ni entrevistas de los jueves.

Soñé el viernes como grito del alma, territorio de la libertad, crónica de mi alma liberada de la urgencia de la “técnica” evangélica (que necesita información, formación y conformación, esto es, saber, modificar y relegarse para siempre a una sola forma de ver la Biblia, la vida y el mundo).

Soñé que los viernes eran completamente míos, libres de mirar el marcador de lecturas y de buscar infructuosamente comentarios y de ver si lo subieron a Facebook o no.

Era el día para empezar en el Rigoletto o en el Esmeralda, escribir un poema en una servilleta de papel, cruzar el parque frente a la estación del tren y recordar los tiempos del pan, de la miel y del vértigo de los primeros tiempos de la libertad conquistada a sangre y fuego.

No quiero convertirme en máquina de dar información, ni en experto, ni en maestro definitivo. Quiero que cada reflexión compartida sea un trámite de piel sudorosa, de ahogo existencial, de hambre de vivir, de pelear cuerpo a cuerpo con los vigilantes para deshacer su épica de opresión y control. Por eso inventé los viernes, el día en que no tengo que explicarme ni justificarme teológicamente porque el Señor es el espíritu y donde está el espíritu del Señor ahí hay libertad.

(Antes de colocar su cabeza en el cepo, Marie-Jeanne Roland de la Platiere, conocida como Madame Rolland se inclinó ante la estatua de arcilla de la Libertad situada en la Plaza de la Revolución – actual Plaza de la Concordia- y pronunció la famosa cita por la que es recordada: ¡Oh, Libertad!, ¡cuántos crímenes se cometen en tu nombre! O abusos, como el caso – que presencié entre tantos otros- de aquel diácono que le responde airado a un grupo de jóvenes que cuestionan algo sobre el estudio bíblico semanal: ¡Me importa un pepino lo que dice Primera de Timoteo! Aquí se hace lo que dice mi pastor… ¡y punto!)

Así que hoy, que gracias a Dios es viernes, celebro el viento y las nubes que presagian tormenta, sigo el rumbo errático de las hojas del otoño en el Parque Centenario, me tomo un tiempo extra después del café y decido que voy a ser feliz.

Hoy por lo menos…

(Este artículo ha sido especialmente escrito para la radio cristiana CVCLAVOZ)

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